Empezamos el nuevo año 2025 de la mejor forma, con el mejor invitado a nuestra sección de entrevistas que Infoguadiato y El Periódico de Peñarroya Pueblonuevo Valle del Guadiato ofrecen mensualmente a sus lectores. Arrancamos este mes de enero con la persona que mejor conoce el pasado y presente peñarriblenses, y que quizás nos da muestras de cómo puede ser nuestro futuro: el cronista oficial de Peñarroya Pueblonuevo, Jerónimo López Mohedano (Peñarroya-Pueblonuevo, 1952), quien ejerció la profesión de maestro de escuela, como le gusta que se le diga, durante un largo periodo en el Colegio Público Alfredo Gil. Tomamos conciencia del gran conocimiento y las horas de minuciosas investigaciones que conlleva ser cronista oficial de su querido pueblo. Conversamos sobre su infancia, de la que nos expone que no pasó ninguna calamidad, pero tampoco ningún capricho fuera de lo normal. Pide perdón a su familia por no haberles dedicado el tiempo suficiente debido a las horas que ha dedicado y sigue dedicando a sus libros y a esas investigaciones para que todos los peñarriblenses sepamos de dónde venimos y hacia dónde vamos. Un Jerónimo López Mohedano generoso ante nuestro medio, que es el suyo también, porque también escribe para él, desea para este 2025 a su pueblo y a toda la Comarca del Valle del Guadiato un feliz año, cargado de buenas propuestas y cuantiosos empleos para nuestro municipio y comarca. Sin más que añadir a esta presentación, os invitamos a leer la entrevista íntegra con el señor-enciclopedia del municipio guadiateño de Peñarroya Pueblonuevo.
Infoguadiato:
Buenas tardes, Jerónimo López Mohedano. No todos los días tenemos la suerte de entrevistar a la persona que conoce toda la historia de nuestro pueblo. Es un lujo y una fortuna que abramos con el cronista oficial de Peñarroya Pueblonuevo este año 2025 de nuestra sección de entrevistas para Infoguadiato y El Periódico de Peñarroya Pueblonuevo Valle del Guadiato.
La primera pregunta es para abrir boca y dar muestra de su infancia: ¿Podría hacernos una crónica de su infancia? ¿Le resultó sencilla? ¿Fue útil para un niño de la posguerra pasar tantas penurias o no fue así?
Jerónimo López:
Hombre, pues yo nací frente al Mercado de Abastos de Pueblonuevo. Soy de los que todavía puede decir en qué habitación nací, porque era bastante frecuente en aquella época. Soy el segundo de cuatro hermanos. Mis padres tenían un comercio en Pueblonuevo de ferretería, lorzas, cristal y otras cosas. Fui a la escuela, a la que era habitual entonces, a los seis años. Empecé a estudiar la enseñanza primaria y estudié dos años para presentarme en el instituto de Puertollano, porque aquí era costumbre ir a Córdoba o a Puertollano. En 1963, cuando se reabrió el instituto, empecé a cursar Bachillerato. Después estudié Magisterio en Córdoba, en la Escuela Fernando Tercero.
La verdad es que tengo buenos recuerdos de ella. En mi casa vivía con mis abuelos, lo que era una forma de estar protegido. Mis amigos vivían en la calle, como se hacía en aquellas épocas. Jugábamos muchísimo en la calle; tampoco había coches ni nada que fastidiase los juegos. En principio, no tengo malos recuerdos de esa época, al contrario. Creo que fue un tiempo para recordar.
Nací en 1952, año en que se quitaron las cartillas de racionamiento, pero mi familia era más o menos de clase media, así que no pasamos penurias. Una infancia relativamente normal, sin muchos excesos, con cierta normalidad y tranquilidad. Viví la vida normal de la época.
I.G.:
En la escuela ya destacaba, ¿Qué le enseñó la educación? ¿Qué estudios académicos tiene el actual cronista de Peñarroya Pueblonuevo? ¿Cómo llegó a ser cronista oficial? ¿Qué recuerdos tiene de su etapa como profesor del Colegio Público Alfredo Gil?
J.L.M.:
En la escuela no destacaba; no he sido un estudiante excesivamente brillante. Estábamos en el colegio María Montessori, en el campo de reseco, y allí había una microescuela. Siempre estuve con un grupo de maestros a los que tengo mucho aprecio y consideración. Siempre he guardado muy buenos recuerdos de su forma de trabajar con nosotros.
Terminé Magisterio y obtuve la titulación de profesor de EGB. Conforme cambiaban las denominaciones de los estudios (LOGSE, etc.), siempre me he considerado un maestro de escuela. Estudié algunas asignaturas en la universidad a distancia, pero se cruzó la historia local para ser cronista oficial.
En los años ochenta, con la consolidación de la Junta de Andalucía, se buscaba una identificación a través de la historia regional y local en la educación. Con un compañero de Peñarroya, Santiago Cano, nos encargamos del seminario de cultura local y andaluza. Hicimos el proyecto y a partir de ahí me interesó la historia local, algo que nunca me había interesado antes, entre otras cosas, porque en nuestro pueblo no había historia local. Oficialmente se decía que no teníamos historia, que éramos un pueblo muy joven. Cuando llegó el momento y ya estaba involucrado, pensé hacerlo en un par de años y luego volver a estudiar, pero me impliqué en este asunto y aquí sigo. Me nombraron cronista en 1992, siendo concejal de cultura Miguel Díaz Ortega. Me lo propusieron y me nombraron, y aquí estamos todavía.
La enseñanza es un trabajo poco valorado, pero muy importante. En la enseñanza tenemos en las manos un material delicado, y si se trabaja de la mejor manera posible, con voluntad, se cometen errores con frecuencia. Sé, por ejemplo, si lo hice bien o mal con algunos alumnos. Con aquellos con los que lo hice bien mantengo una relación que aún conservo y me enorgullece verlos desempeñando un trabajo con capacidad y aptitud. Otros me ignoran, señal de que no lo hice tan bien como podría haberlo hecho. Se pone la mejor voluntad, la mayor capacidad de conocimientos y el mayor esfuerzo en la tarea, y a veces los resultados son como en la familia: hijos de los mismos padres, pero de una clase o de otra. Siempre, durante mi trabajo profesional, he intentado formar ciudadanos que pudieran ser críticos y solidarios, fundamentalmente. Además, naturalmente, he procurado darles la mejor formación académica posible.
Esto es lo que quería decir sobre mi trayectoria como profesor en el Colegio Público Alfredo Gil, durante más de treinta años.
I.G.:
Arrancamos el nuevo año 2025, pero para los amantes de la historia, ¿Cómo se fundó nuestro municipio? ¿Qué nos puede decir de la historia de Peñarroya y de la de Pueblonuevo?
J.L.M.:
Nuestro municipio pertenecía al territorio municipal de Bélmez. Bélmez llegó a tener cinco aldeas, si bien recuerdo, y una de ellas era Peñarroya. Peñarroya era tan antigua como Doña Rama, El Hoyo o El Entredicho, más o menos de la misma época. Sin embargo, la más rica y fuerte era Peñarroya, aunque era simplemente una aldea de labradores y ganaderos. Se fundó cuando se intentaba parar el avance de las ideas de los «Iluminatis» y de los «Protestantes». Se creó la Iglesia, y sobre ella se trajo una Virgen de Fuente Obejuna, la Virgen del Rosario, y ahí se empezó a nuclear un cortijo que después se convertiría en población. Hasta el siglo XVIII tenemos datos referenciales de habitantes, porque la Iglesia tenía la costumbre de contar a las personas que iban a las comuniones anuales, que eran obligatorias. Por aquella época había ciento setenta y tantas personas que habitaban en Peñarroya, en cuatro calles. En esas cuatro calles, la Iglesia puso el tambor o el «cimborrio» con la cúpula. Luego, los franceses prendieron fuego al altar mayor e incluso se trajeron una serie de cuadros de Pozoblanco, que se llevaron cuando acabó la ocupación. Se construyó el primer cementerio, porque los enterramientos se hacían bajo el suelo, y se ordenó, por el rey José I, que reinaba por parte de Napoleón, que se sacaran los cadáveres fuera, porque no era higiénico y era peligroso para la salud pública, algo que ya habían ordenado Carlos III y Carlos IV, sin éxito. Se hizo el primer cementerio en Peñarroya hasta el año 1830 y tantos. Incluso en el siglo XVIII, en 1788, se extrajeron los primeros carbones para explotar las minas que se suponían que estaban alrededor del «Ríillo», para las necesidades del Cerco de San Teodoro en Almadén, que había consumido toda la madera de alrededor y estaba consumiendo carbón, combustible que se había descubierto primero en Espiel y después aquí. La explotación se inició aquí y, seis o siete años después, de forma más seria. Esto es lo que puedo decir del origen de nuestro municipio.
Pueblonuevo es posterior. Se dice que aparece a mediados del siglo XIX, cuando empiezan las primeras explotaciones de plomo. Esta zona era una zona adehesada, lo más selecto de una zona rural, porque permitía tener ganaderías y una serie de árboles que alimentaban a este ganado, principalmente de cerdo, pero también de ovejas. A mediados del siglo XIX se descubre la mina «Terrible», que daría nombre a la nueva población. Tenemos la leyenda del perro «Terrible», que parece ser era una perra mastina. Las variantes de la leyenda son varias. La más clásica es la del perro que escarba y encuentra el carbón, pero hay otras variantes, como la del cazador o la que dice que los técnicos de minería que estaban midiendo dijeron: «Aquí, ahí donde está ‘Terrible’». Pero no hay versiones fáciles y verídicas. A partir de esa leyenda, al necesitar combustible, comenzó el desarrollo de la zona, independiente de Bélmez. Siempre se hablaba de Pueblonuevo como calle o barrio de Bélmez. En la delimitación, Bélmez, en los años ochenta del siglo XIX, troceaba la zona entre la nueva Pueblonuevo y Peñarroya como si fueran distritos.
I.G.:
En 2027 se conmemora el centenario de la fusión de nuestros dos municipios, ¿Cómo fue ese día? ¿Hay más casos parecidos en España? ¿Qué hitos o acontecimientos más importantes tiene nuestro municipio?
J.L.M.:
El año del acceso a la fusión es problemático, porque desde 1894, cuando Peñarroya y Pueblonuevo del Terrible dejaron de ser aldeas del distrito de Bélmez, por necesidades e intereses de la Sociedad Minera y Metalúrgica de Peñarroya, se intentó una segregación del territorio de Bélmez. La razón es sencilla: no porque fuéramos más importantes, sino porque la Sociedad Minera y Metalúrgica de Peñarroya tenía intereses fuertes y se enfrentaba a otras, como la de Bélmez o la Sociedad de los Ferrocarriles Andaluces. Hubo influencias políticas fuertes en Madrid que ganaron la Sociedad Minera y Metalúrgica de Peñarroya en 1893, demostrando su poderío económico y social. Bélmez tenía diputados incluso en Córdoba, pero el poder económico ganó. Pueblonuevo se convirtió en el motor de la comarca, en un territorio pequeño. Peñarroya tenía un término de casi cinco kilómetros cuadrados, prácticamente un campo de fútbol. Peñarroya tenía aproximadamente unos sesenta habitantes. El poder económico de la zona nos convirtió en un foco de atracción de inmigrantes y el crecimiento de la población fue tremendo. Tras la Primera Guerra Mundial, en septiembre de 1923, el general Primo de Rivera dio un golpe de Estado. Entre los cambios que trajo ese golpe, por un directorio militar, se intentó reducir el número de municipios en España. El alcalde de Pueblonuevo del Terrible, Eladio León, solicitó la agregación a Peñarroya, la fusión entre ambos, por dos razones: Pueblonuevo tenía una industria poderosa y una minería fuerte, y Peñarroya, en cambio, un término municipal grande que le permitiría complementarse agrícolamente. La gente de Peñarroya no admitía estar en una situación de inferioridad, puesto que Pueblonuevo era quien «cortaba el bacalao». Pero a finales de noviembre de 1926 se aprobaron las bases de la fusión, que se hizo el 2 de febrero de 1927. Ese día hubo una manifestación desde Peñarroya y otra desde Pueblonuevo, que se juntaron aproximadamente donde está la caseta del ferrocarril en la avenida. El término de Pueblonuevo terminaba por la travesía del teniente General Mellado, donde pasaba el ferrocarril de la vía estrecha, límite entre ambos.
Hay bastantes casos parecidos. En aquella época había un número excesivo de municipios y el directorio militar pensó que lo mejor era agilizar la administración municipal juntando pueblos. Al juntarlos, había un alcalde y una cantidad considerable de concejales, pero la administración tuvo problemas desde el principio. Normalmente, cada uno pretende que lo suyo sea lo primero. Uno de mis bisabuelos fue presidente del partido conservador a finales del siglo XIX y se gastó buena parte de su patrimonio en conseguir que Peñarroya fuera independiente. En la provincia de Córdoba hay dos o tres municipios parecidos al nuestro. Se rebajaron cientos de pueblos siguiendo esa política.
Recuerdo las movilizaciones para conseguir que el hospital se instalase aquí. Anteriormente, la Guerra Civil tuvo importancia. En enero de 1939 se produjo la última ofensiva de la República, que pretendía tomar Peñarroya. Se quedaron en el Peñón las fuerzas republicanas e incluso subieron hasta la Sierra del Castillo del Hoyo, pero estuvieron muy cerca. Hubiese sido inútil porque la guerra estaba perdida y solo habría alargado un mes más la guerra civil o provocado más dolor y ruina. Esos dos hitos o acontecimientos de nuestro pueblo creo que son los más importantes, además de la hazaña de cuando el Peñarroya C.F. jugó contra el Real Madrid y perdió 4-2 en 1960 en Chamartín. Y la consecución en 1928 del Instituto, un segundo instituto de enseñanza local, que pagaba el Ayuntamiento, y la creación de una escuela de maestría industrial. En aquella época, en 1928, solo había dos institutos, el de Cabra y el de Córdoba, y el de Peñarroya Pueblonuevo fue el tercero.
I.G.:
Como todos sabemos de nuestro pasado industrial y minero, ¿Qué datos o cifras nos puede dar al respecto? ¿Cree que con la entrada del nuevo milenio y del siglo aún nuestro municipio no se ha reinventado? ¿Cuáles son las causas que no le hacen volar industrial y laboralmente como nuestros vecinos de Espiel y Fuente Obejuna? ¿Qué le hace falta a nuestro municipio para ser puntero como en el siglo pasado?
J.L.M.:
Los datos que puedo dar son generales. En cuanto a la industria, la fundición de plomo llegó a ser la primera de su clase en los años treinta del siglo pasado. Teníamos muchísimas variedades de industria, porque los talleres generales se dedicaban al mantenimiento general de minas y ferrocarriles. Teníamos cuatro estaciones de ferrocarril y tres clases de ferrocarriles distintos, lo que indica el movimiento de mercancías. La Sociedad Minera Metalúrgica de Peñarroya construyó un ferrocarril de doscientos cincuenta kilómetros que iba de Fuentes de Arcos hasta Puertollano, con la central aquí. Por aquí pasaba una estación de ferrocarril hacia Madrid, Zaragoza y Alicante, y teníamos otra estación del ferrocarril minero que iba desde El Porvenir de la Industria hasta Cabeza de Vaca de Bélmez, que unía toda la explotación del ferrocarril. Aquí se montaron los automotores que iban a hacer la conversión de combustibles sólidos a líquidos en los años cincuenta y sesenta. Esta zona era bastante importante. Se trabajaba a tres turnos en el Antolín, la mina que sustituyó en poder económico y producción a la mina «Terrible». Se habla de que llegó a haber más de mil hombres trabajando en la mina. Los productos químicos que se producían, los abonos y los superfosfatos, generaban ciento cincuenta carros diarios en época de abono y montones de camiones, aparte de los trenes. Era un foco muy interesante en su época, pero estábamos mal comunicados por carretera con Córdoba y Badajoz, y con Pozoblanco aún menos. Teníamos tres ferrocarriles, dos de vía ancha, que correspondían al ramal minero y al de la Renfe, y uno de vía estrecha.. Teníamos la papelera y la yutera, industrias independientes de la Sociedad Minera Metalúrgica de Peñarroya, que era la que organizaba y explotaba la zona. Las huelgas que se hacían aquí, por ejemplo, las tres más importantes (la de 1920, que duró 64 días; la de 1921, que duró un mes; y la de 1922, que duró casi 90 días), las perdimos todas excepto la primera, la de 1920. El jefe de la dirección llamaba a los de Córdoba, incluso al gobernador, y les decía que enviaran una compañía del ejército, del regimiento de la Reina, que se dedicaban a pasear por las calles. El poder político dependía mucho del poder económico de la empresa.
Creo que el problema es que no fuimos capaces de aprovechar los planes que ponía el gobierno. No centralizamos lo importante, que era tener trabajo y buscar un tejido industrial que sustituyese al que se iba. Al ir perdiendo importancia económica y numérica, nos hemos convertido en un pueblo relativamente irrelevante, sin un sindicato urgente que movilice a las masas para nuestras reivindicaciones. Aparte, la población ha disminuido mucho.
La creación de Encasur, por parte del INI, este hecho fue decisivo para que la decadencia socioeconómica del pueblo fuese mucho más lenta de lo que podría haber sido con el abandono de la sociedad minera y metalúrgica. Este proceso, normalmente, es lento, pero Encasur marcó una diferencia importante. Además, se convirtió en una especie de lotería para quienes tuvieron la suerte de trabajar allí y jubilarse en esa empresa, ya que, tras el cierre minero ordenado por Europa, obtuvieron indemnizaciones bastante buenas que han revertido de manera significativa en el pueblo.
Muchas veces hemos echado la culpa a nuestro desarraigo secular. Somos un pueblo nuevo, lleno de gente que ha venido de fuera. Peñarroya es la parte más antigua y conservadora, parecida a los pueblos de alrededor, como Bélmez o Fuente Obejuna. Pueblonuevo era gente que llegaba a buscarse la vida con una mentalidad distinta. En Peñarroya se trabajaba el campo, y en Pueblonuevo la gente ganaba su dinero cada día y lo cobraba los sábados. La filosofía de vida era distinta. Pueblonuevo era un pueblo de dinero fácil, pero porque se sabía que se iba a volver a ganar. Los que trabajaban en el campo tenían el problema de que una lluvia o una granizada les podía fastidiar la cosecha. Hemos estado bajo la protección de un poder fuerte, la Sociedad Minera Metalúrgica de Peñarroya, a la que llamábamos «la madre madrasta», porque a veces te trataba bien y otras te fastidiaba. Daba mucho dinero para el desarrollo del pueblo, para hacer calles e incluso para municipales. La plaza de abastos de Pueblonuevo se hizo con dinero de la Sociedad Minera Metalúrgica de Peñarroya.
Para ser punteros como en el siglo pasado, teníamos el carbón, que era el combustible necesario. Actualmente no disponemos de una fuente de energía que nos haga necesarios para los demás. Quizás, en primer lugar, necesitamos sentirnos más pueblo. Poner el pueblo por encima y luego luchar. Es común hablar con un belmezano o un pozoalbense y que te digan «mi pueblo, mi pueblo». Aquí, como te descuides, empezamos nosotros mismos a hablar mal de nuestro pueblo. Sería preciso tener conciencia de ser peñarriblenses, poniendo en primer lugar los intereses de nuestro pueblo. No lo tenemos fácil, porque los grupos políticos suelen arrimar las ascuas a sus sardinas, pensando en sus intereses. Defender los derechos públicamente en el Ayuntamiento quizás nos permitiría mejorar, pero a veces parece una utopía pensar que seremos capaces de unirnos y dejar nuestros intereses en un segundo plano para defender los intereses generales.
I.G.:
Me gusta la cultura. ¿Nos podría hablar un poquito de nuestra historia cultural de Peñarroya Pueblonuevo? ¿Fuimos alguna vez como el título de uno de los libros de Federico García Lorca, «Un poeta en Nueva York»? ¿Hemos tenido algún peñarriblense que haya destacado en cultura? ¿Cómo está actualmente Peñarroya Pueblonuevo en este ámbito?
J.L.M.:
En esto se nota la juventud del pueblo, pues no tenemos escritores, pintores ni artistas relevantes prácticamente hasta el siglo XX. Aunque se inició en 1894, fue casi hasta después del siglo XX. Como he dicho, la existencia de un instituto y de la escuela de maestría dio un cierto caché cultural a la élite burguesa. La burguesía media solía hablar francés. Los obreros, a principios y mediados del siglo XX, hablaban esperanto por necesidad, por esa búsqueda que había. Mucha gente se dedicaba al teatro; hay muchos periódicos, señal de inquietud no solo por la cultura, sino por dejar constancia de ella. Nuestro primer periódico local data de 1906. Antes, los primeros periódicos se hicieron en Bélmez, que era mucho más antiguo, en 1895 o 1896. Luego aparecieron más periódicos, aunque fugaces. Pero tenemos compañías de teatro y asociaciones culturales. Los toros gustaban mucho, por lo que hay peñas taurinas. En el fútbol somos los decanos de la provincia de Córdoba. No es mérito nuestro, sino de la gente que venía a trabajar a la empresa, los hermanos Alseden y compañía. En cuanto a cultura, sí tenemos poetas en 1917, por ejemplo, un autor republicano que escribía poesías, ripios, murgas y canciones. Más tarde hay más escritores, como es natural. Últimamente hemos tenido a Calderón, que a principios del año pasado recibió un premio de novela; no recuerdo cuál fue, pero se llamaba Francisco Calderón. Él nació en 1957 y se marchó del pueblo a los cuatro o seis años. Tenemos también a Maribel Lázaro, premio Calderón de la Barca en los años ochenta. Hay bastantes poetas y escritores ahora; quiero destacar a Francisco Pérez de Vega, quien enseñaba clases en Nueva York y estudió sobre los aborígenes, y a Eduardo García Rodríguez, uno de los poetas que mencioné brevemente. Culturalmente, aquí estaba la asociación musical de Peñarroya, que trajo a Miguel Fleta, a Andrés Segovia, a lo mejor de España, al teatro Zorrilla, y compañías de teatro. No solo la feria era un espectáculo; había calidad porque había dinero. Se juntan ambas cosas: no basta el sentimiento, sino también los recursos.
Nosotros a Nueva York lo que sí aportamos fue gente, personal. En la huelga de 1920 echaron a gente a la calle, y la empresa siempre hacía lo mismo: el que no iba a trabajar, a la calle. Empezaban a trabajar por los alrededores, pero como no había mucho trabajo fuera, la gente emigraba a América. La puerta de entrada era la Estatua de la Libertad, Ellis Island y Nueva York. Allí había bastante gente, incluso un barrio español. Conocí a gente que había emigrado a Nueva York y vivió esa época, cuando estaba la ley seca.
Infoguadiato: ¿Fuimos punteros en algo? ¿Hay alguien de nuestro municipio que haya destacado en la cultura internacionalmente?
Jerónimo López Mohedano: Tenemos la salida a Vilvoorde, una población cerca de Bruselas con más de dos mil peñarriblenses de los años cincuenta o sesenta que se fueron a vivir allí. Tenían hasta un equipo de fútbol llamado Peñarroya Vilvoorde. La gente se tuvo que ir por problemas económicos, e hicieron una «Peñarroya chica» allí. Vilvoorde es una zona flamenca, mientras que los alrededores son valones, franceses. Nuestra cultura, en principio, es que nos teníamos que ir a una zona francesa, pero… Sé de gente que está estudiando o ha investigado en Nueva York en medicina, por ejemplo, el hijo de Miguel Calderón. No quiero dar nombres para no dejar a nadie atrás. Claro que hay gente importante de nuestro municipio. Por ejemplo, el que trajo el gas butano a España era de aquí. Estuvo estudiando en los años treinta en los campos de Bakú sobre la extracción de petróleo, que entonces era la zona más rica del Cáucaso. Después de la guerra, cuando llegó el butano, el hombre que hizo el proyecto era de aquí. También tuvimos a un hombre en Venezuela que estuvo en Estados Unidos, en Nueva York, haciendo emisiones de radio y estudiando etnografía en los países aborígenes de Venezuela. Era maestro y, creo recordar, estudió Magisterio. Volvió en los años sesenta al pueblo y nunca lo olvidó en los cincuenta años que estuvo fuera. Hablar de importante en Nueva York es hablar con buena voluntad. Realmente es importante para nosotros. Tenemos escultores de los años cincuenta y sesenta. Hay gente que destaca y ha destacado en cultura en nuestro municipio, pero desgraciadamente la mayor parte de sus logros los han hecho fuera, sin encontrar el ambiente propicio aquí. Tenemos a uno de los mejores figurinistas de teatro de los últimos años del siglo XX, Fernando Suárez, cuyos dibujos están en los archivos del Teatro Nacional. Su hermano tiene fotos fantásticas, una de cuando vino el Gernika a España; él estaba en Madrid, también estuvo en París. Las fotos son buenísimas, del libro «El diario de un francotirador miope» (o algo así), que está en internet. Pero ahora todo se diluye; o eres muy visible o eres uno más, aunque seas bueno. Antes la fama era más personal. Hay cosas de valor y personas de valía.
I.G.:
Siguiendo con la actualidad, Jerónimo López, ¿está Peñarroya Pueblonuevo en el ocaso? ¿Estamos realmente a tiempo de subirnos al tren de la esperanza?
J.L.M.:
Nunca se puede decir, de un organismo vivo, que esté en el ocaso. Vivimos de nuestro pasado; si tenemos el hospital es porque antes teníamos mucha gente trabajando, viviendo y luchando aquí.
Asunto importante es valorar los recursos culturales que tenemos en el pueblo. Contamos con centros como el Centro de Poesía Visual, Museo Geologico, el Museo de los Mineros y el Cerco Industrial, que es prácticamente único en España. Este último permite estudiar arqueología industrial de una manera semejante a como se estudia la época romana, algo que a menudo no valoramos lo suficiente en relación con nuestro propio tiempo. También merece mención el desarrollo de las vías verdes la restauración de chimeneas y locales de la estación de la estrecha, importante son las asociaciones locales que están cohesionando la vida cultural y patrimonial de nuestro pueblo.
En cuanto al patrimonio, además del barrio francés, ya mencionado, destaco la Dirección, un edificio único y emblemático de la historia minera e industrial de nuestra población, así como el edificio del geriátrico, que es uno de los más representativos de ese carácter minero-industrial de los pañarriblenses.
Si tenemos los demás servicios, como la Hacienda Tributaria y la Hacienda Pública, es porque no se fueron a otro sitio, y todas esas entidades públicas dependen del estado económico del municipio. El centro de profesores de la Sierra se trajo porque teníamos un colectivo dinámico, «Escuela Viva»; el centro de profesores estaba aquí. Entonces se puso un centro de recursos para profesores. Cuando se hizo la comarcalización, empezaron a decir: “Esto se tiene que ir a Pozoblanco, que es la cabecera de comarca”. Es cierto, pero tuvimos la suerte de que hay tres centros de profesores en la provincia de Córdoba: Priego, Córdoba capital y el nuestro. Los de Pozoblanco dicen: “Nosotros somos la cabecera y lo necesitamos”. Es verdad, pero hay un problema: la parte norte de Córdoba, Priego, Lucena y Puente Genil son grandes; no es como aquí. Aquí, aunque seamos la cabeza del ratón, lo somos, y para evitar problemas, se queda aquí. A veces las cosas no se mueven no porque otras zonas no lo merezcan, sino para evitar comparaciones. Tenemos servicios que nos permiten seguir viviendo, pero lo que no tenemos es trabajo, que es lo que nos hace falta. Cuando viene gente de fuera para que les enseñe el pueblo, me preguntan: “¿Este pueblo de qué vive?”. Y yo tengo la respuesta: “De servicios, un poco de agricultura, muy poca ganadería y algo de comercio; antes teníamos más”. Ese es el problema. Ves un pueblo con el barrio francés, un gran barrio con casas grandes, que no hay en otros sitios de por aquí; las calles están trazadas rectilíneamente. Tiene servicios que no se explican en un pueblo chico y sin trabajo. Quizás la cosa sea así para que no se lleven esos servicios a otra parte. Pero en el ocaso, en principio, igual que antes Peñarroya era una aldea de doscientos cincuenta habitantes y de pronto cambió a tener tres mil, y ahora vuelve a tener dos mil y pico, nunca se puede decir que esté en el ocaso, porque los municipios son organismos vivos. Nacen, crecen, se desarrollan y mueren, pero nunca se sabe qué va a pasar en el intermedio. Posibilidades de futuro sí hay. El problema es que la juventud no se queda aquí; es la que provoca los cambios, porque es la que más tiene que perder. Yo, que soy mayor, tengo mucho menos que perder que alguien de treinta o cuarenta años. Hay que dar alicientes a la juventud. Ahora vivimos en un momento donde el dinero es lo más importante; si se gana, se hace; si no, no.
Siempre hay que subirse al tren de la esperanza, y si no viene, hay que traerlo. A veces somos incapaces de darnos cuenta de lo que pasa. Hace un par de años se intentó un proyecto de hidrógeno verde en la zona, en Fuente Obejuna, que tiene un término grande. Teníamos que haberlo apoyado. El promotor ya tenía problemas para encontrar agua en los años de sequía. La tierra está comprada o arrendada por las compañías eléctricas, que pagan a los propietarios una cantidad aceptable. Cuando fueron a comprar las tierras, porque no había tierras municipales adecuadas, las empresas eléctricas no querían, porque si se montaba el proyecto, querían participar. Era como el perro del hortelano. Al final, ese proyecto, a lo mejor no hubiera salido adelante, pero en principio íbamos a desarrollarlo. No creo que ningún alcalde sea tan necio como para poner trabas a la industria. Sin embargo, corre la leyenda urbana de que los polígonos están desocupados. Es falso. Puede haber algunos mal usados, pero la mayoría está en funcionamiento. Como tenemos la mala costumbre de flagelarnos a nosotros mismos: “Somos lo peor”. Seremos como seamos.
I.G.:
La familia es lo primero, pero para Jerónimo López Mohedano, ¿qué le ha aportado su familia? ¿Qué les diría ahora mismo, tras tantas horas dedicadas a ser cronista de su pueblo?
J.L.M.:
Mi familia me ha aportado tranquilidad para vivir y tener una hija, vital. Para mí, mi familia es lo primero. Nacemos y nos desarrollamos en una familia. Yo soy así porque mi familia me ha hecho así, luego he puesto mi parte independiente. La familia tiene la ventaja de que son genes de un lado y de otro, y luego sale lo que sale; ese es el inconveniente, aunque todo esté fuera de control. La familia es lo más valioso que he tenido.
Les pediría que me perdonen. En serio, a veces no les he atendido ni les he prestado el tiempo que hubiera querido, por dedicarme a esto.
I.G.:
Entre sus libros de historia de nuestro pueblo, ¿con cuál se queda? ¿Está inmerso en un nuevo libro?
J.L.M.:
Como siempre, el último hijo, el último libro, es al que más cariño se tiene. Dentro de sistematizar los conocimientos sobre la historia local, el primer intento, veremos si siguen algunos más de ese estilo.
Sí, estoy inmerso en un nuevo libro sobre la prensa local. Es un tema rico para nosotros y lo estoy haciendo por periodos anuales. De cada periódico busco la información que quiero obtener: una reseña, algunos artículos, las personas que escriben, el momento histórico en que sale. Luego busco una persona que destaque, como el director o un periodista. Voy bastante atrasado; voy por los años ochenta.
I.G.:
Y ya, por último, estamos en democracia desde hace casi medio siglo. ¿Qué hemos ganado y perdido con la democracia? ¿Cree que estamos a punto de perder algunas cosas que ganamos con ella, según vemos en nuestro día a día, sobre todo con nuestros políticos? Un deseo de Jerónimo López Mohedano para arrancar este 2025 para Peñarroya Pueblonuevo.
J.L.M.:
Hemos perdido un mal tiempo, porque el tiempo anterior no era saludable, aunque lo que vivíamos en la dictadura lo viéramos normal. La democracia trajo modos nuevos, una recuperación del tiempo de la República, que fue la primera democracia efectiva en España (hubo democracia formal desde 1876). Hubo una búsqueda de respeto de los derechos humanos, de conocimientos, de cualidades y necesidades que, al cubrirlas, nos homologaban con Europa. Trajo libertad. Los cambios tienen su cara y su cruz. Antes estaba todo muy reglamentado, mucho más estable; la cordura la teníamos antes y la tenemos ahora. Lo que pasa es que ahora es más vergonzoso, porque nos enteramos con más frecuencia. Antes no te enterabas. Las noticias en la prensa eran limitadas. La democracia ha traído un intento de igualdad efectiva entre los ciudadanos y de alcanzar la libertad. La gente dice que la democracia ha traído una falta de respeto a los padres, a las autoridades, a los maestros y a los médicos. Antes había autoridad impuesta, a veces no, porque los profesionales tenían valor científico para imponerla. Ahora el problema es que tenemos que limitar nuestra libertad: cuando empieza y termina tu libertad, empieza la mía. Cada tiempo tiene su afán.
Sí, estamos a punto de perder ese sentimiento de capacidad de elección real, pues no estamos defendiendo la democracia lo suficiente para que los que intentan tumbarla desde dentro no lo consigan. Un señor francés decía: “Mientras yo soy débil, te pido mis derechos basándome en tus leyes; cuando soy fuerte, basándome en mis leyes, tendrás tus derechos”. Eso es lo que nos amenaza ahora. Partiendo de los que no creen en la democracia, están utilizando la democracia para conseguir estatus. La gente no se equivoca; hace lo que le conviene. Quizás no sabemos explicar bien, o hay un cambio de ciclo. Desgraciadamente, la gente prefiere al que lo compra todo con dinero. Si la gente quiere eso, puedes creer que tienes razón, pero la gente tiene sus razones. Hay que explicarles qué ganan y qué pueden perder. Si no eres capaz de explicarlo, no podemos decir que la gente es imbécil.
Mire, otra cosa importante sería que fuéramos capaces de imbuirnos del concepto de comarca. Somos una comarca, y cuanto más pequeños somos, más fáciles somos de vencer. Si la comarca del Alto Guadiato o del Guadiato se presenta y funciona como tal (hablo de una utopía), seríamos capaces de crear un frente reivindicativo lo suficientemente potente para obtener lo que deseamos. Desgraciadamente, cada uno se preocupa de su propio pueblo. Y si a eso le añadimos los partidos políticos, la cosa es difícil. Si a uno solo le importa lo que diga su jefe, la cosa no funciona. Somos fáciles de manejar. El deseo sería unirnos y sentirnos como una colmena para conseguir nuestros objetivos. Mis mayores deseos serían conseguir trabajo para la gente joven, mejorar los servicios públicos y alcanzar una unidad de criterio, una unidad a la hora de conseguir objetivos comunes. Cada uno tiene su criterio, pero al menos que confluyeran en algo que permitiera funcionar como una sola voz.
El centro logístico que se va a crear en Córdoba representa una oportunidad importantísima para el desarrollo de nuestra provincia. Nosotros, como población, debemos buscar la manera de participar activamente en este proyecto. Es vital que Peñarroya y la comarca del Guadiato estén presentes en este tren de desarrollo que se nos presenta como un gran potencial para el futuro.
I.G.:
Muchas gracias, Jerónimo. Ha sido un placer arrancar este año 2025 con toda una institución para nuestro municipio. Feliz año para su familia y para usted.
Entrevista realizada por Sergio Delgado Cintas para Infoguadiato y El Periódico del Valle del Guadiato
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