El miedo es libre, se dice. Falso. Especialmente el miedo inducido, el provocado. Meter miedo, inducir temor es una de las herramientas más antiguas que existen. Los tiranos y los manipuladores administran el terror de una forma malvada porque el miedo nos somete y altera nuestra conducta y nuestra conciencia. Es una de esas fuerzas invisibles que han operado en el mundo siempre y lo siguen haciendo en la actualidad. Spinoza ya advirtió que el miedo es, entre otras muchas cosas, una especie de tristeza. Y es posible que, por el mismo motivo, Hobbes insistiera en situar al miedo en el centro de su filosofía política.
El miedo siempre funciona. Miedo a todo. Miedo a una guerra con Rusia. Miedo a una pandemia. Miedo a Trump. Miedo a que venga la derecha extrema. Miedo al cambio climático ( bueno, justamente al cambio climático sí que habría que tenerle miedo pero no a los cambios que tenemos que introducir para revertirlo). Miedo a ejercer los derechos universales. Miedo a perder trabajo, miedo al alquiler, a no poder fundar una familia, no poderla mantener, miedo a condiciones laborales injustas a cambio de exiguos salarios y un largo etcétera. Todo eso hace que muchos hombres, y mujeres, encuentren el infierno en esta vida y sigan adelante más bien calladitos y a base de tranquilizantes. No puedo creer que lo hagan por voluntad propia sino por miedo.
Y es que el miedo atenaza, coarta, anula a las personas que renuncian a pronunciarse, se autocensuran y nunca atiende a la razón ni a las palabras. Nos manejan con el miedo. Hagamos memoria y revisemos cuántas personas de las que deciden nuestro futuro —desde un superior en el trabajo hasta un político de alto rango— se distinguen por ser vulgares inductores del pánico.
Por eso tiene razón el Papa. Pocas cosas serían más liberadoras para un ser humano que renunciar a los miedos injustificados. El nuevo Papa León XIV lo ha dicho muy claro en sus primeras palabras pronunciadas ante la ciudadanía universal congregada en la Plaza de san Pedro: “ Avanti, senza paura”.
Debemos seguir adelante —dijo—, pero debemos hacerlo sin miedo. En un discurso tan medido no existen casualidades, y el saludo de Prevost fue algo más que una exhortación pacifista o bienintencionada. Más allá del valor que un creyente le conceda al Papa, pareció insólito, casi extravagante por su novedad escuchar a un líder mundial proscribir el miedo.
Sí, es revolucionario y valiente para una iglesia católica conservadora, que ha usado muchas veces el miedo como arma arrojadiza escuchar no tengáis miedo plantando cara al inmovilismo. Mucho ha cambiado el catolicismo. A ver si quienes aspiran al poder civil desde posiciones radicales de ultratumba toman ejemplo del Jefe de la Iglesia Católica y deja de amenazar con el miedo al inmigrante, al comunista, a la feminista, al gay…a los diferentes.
Es de agradecer que alguien con poder pronuncie esa frase. Independientemente de nuestras creencias, estamos acostumbrados a ceder demasiado, a vivir con miedo. Es hora de que escuchemos esa voz de nuestro interior que nos apela a enfrentar el conflicto sin temor. Sólo de esa forma podemos luchar contra las injusticias, por un mundo más justo, más libre y solidario. ¿Qué otra cosa es, si no, la paz?
Enrique Monterroso
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