No hay mejor plato del que vamos a elaborar en estos instantes. De todas las recetas de estos artículos, donde combino lo culinario con las emociones, me expreso a la vez que cocino. Me sale estupendamente de carrerilla con solo pensar que a los que están leyendo esta receta ahora mismo, de igual manera, les va a encantar y querrán hacerla una y otra vez.
El nombre que le vamos a dar a esta receta, y posteriormente al plato, se llama “Amor Emocional”.
¿Quién no ha sentido por el cuerpo y la mente, y a través de nuestras emociones, un amor profundo por algo o por alguien, ya sea físico o emocional? Conozco a una tía mía que siente puro amor emocional por su profesión: regentar una tienda de comestibles tradicional de barrio. Trabaja a deshoras todos los días del año, y su amor por el comercio llega a límites insospechados. El amor emocional se transmite en cualquier momento y en cualquier lugar.
No solo de pan vive el hombre, como dice ese pasaje bíblico y las homilías en las iglesias católicas. Pero el amor es esencial, es la gasolina que necesitamos para poder tirar el día. Amor por ir a tu trabajo, por hacer algo que te gusta, y por estar vivo, disfrutando de los placeres de la vida, que solo se vive una vez.
Lo digo en primera persona: jamás pensé que llegaría a darle un valor primordial al simple hecho de estar vivo y poder disfrutar de esta vida. Por eso, mi amor incondicional es para mi familia, que no me ha abandonado ni en las buenas ni en las malas. Tampoco mis amigos me han fallado; sin ellos y sin su amor y cariño hacia mi persona, esta receta no saldría adelante. Ellos son la glucosa para flamear este rico plato, ya que lo dulce y lo salado hacen muy buena química.
Con solo poner los pies en el suelo, estoy muy agradecido a la vida. Me hacen sentir como Alicia en el País de las Maravillas y me permiten soñar como Ulises en su viaje a Ítaca, buscando identidad y raíces. Aunque suene utópico, creo que el amor está en el aire y nunca es rechazado por nadie.
El amor en pareja es otra manifestación del amor emocional: vivir el uno para el otro y persistir en la idea de que alguien nos quiere y nos da su amor a cambio de nada. Por eso, este plato está en plena ebullición, pero le hace falta una pizca de sal para que no esté soso, aunque sin excederse, pensando en quienes tienen hipertensión.
Ahora que el mar está en calma y todo está en su sitio, parece mentira que haya terminado esta receta sin antes haberme emocionado. Este plato hay que emplatarlo con abrazos y besos, dando y recibiendo a la vez. Como los grandes chefs, presentémoslo con un nombre original: “Tiramisú de amor emocional, caramelizado de besos y abrazos”. ¡Qué rico suena este plato! Es alta cocina para clientes sibaritas y, como decía Bunbury en la introducción de una de sus canciones en directo, “un poquito de amor en tiempos de guerras”.
Recién salido del horno el plato, ¡cuidado, que quema! Todo en la vida, hagamos lo que hagamos, si lo hacemos con amor, saldrá a pedir de boca. El amor a veces nos hace sentir dependientes emocionales, como el de las parejas que sienten que no pueden vivir el uno sin el otro. Ya sea físico o moral, el amor engloba todos los sentidos y conjuga el verbo amar en toda su extensión.
Todos funcionamos con gasolina de amor. Todos hemos pasado alguna vez consulta con el doctor amor. Nos casamos por amor, tenemos hijos por amor. Por eso, en esta receta, el amor es el principal ingrediente. El amor está dispuesto a perdonar disputas familiares, de pareja o entre amigos. Siempre perdona, como Jesucristo, que amó a todo el mundo sin importar cómo fuese.
Ahora, os deleitaré con una historia de amor emocional que atrapará a todo el que la lea.
María del Mar y Francisco: Una historia de amor emocional
María del Mar, una mujer apegada a su familia, estudió Veterinaria por su amor a los animales. Al cumplir la mayoría de edad, se fue a Valencia desde su natal Requena para estudiar. Allí convivió con compañeras en un piso, y aunque extrañaba su hogar, encontraba consuelo en visitar a sus padres y a su hermana cada dos fines de semana.
En la ceremonia de su graduación conoció a Francisco, quien hoy es su marido. Aunque habían compartido clases, nunca antes habían hablado. En el cóctel tras recibir la orla y la licenciatura, comenzó una bonita amistad que derivó en noviazgo y finalmente en matrimonio. Tuvieron dos hijos, un niño y una niña.
Ya en la cuarentena y con trabajos estables, su amor sigue intacto: se cuidan, se miman y se respetan. Como los amantes de Teruel, su amor parece eterno. Este amor fue puesto a prueba cuando a Francisco le detectaron un tumor en un testículo durante un chequeo rutinario. Tras la cirugía y la quimioterapia, perdió el cabello. Al llegar a casa, María del Mar se rapó en señal de solidaridad. Nunca lo dejó solo durante su enfermedad, pidió una excedencia laboral y estuvo a su lado entre hospitales y casa.
Cuando los médicos confirmaron que el tumor estaba superado, ambos lloraron de emoción, prolongando el momento con besos y abrazos. Hoy dan charlas y visitan a enfermos de cáncer, mostrando con su historia que se puede superar. Ambos dedican tiempo y recursos a actos benéficos, especialmente en beneficio de la Asociación Española Contra el Cáncer.
El cáncer, lejos de separarlos, los unió aún más. Son un ejemplo de que con amor, dedicación y solidaridad, podemos darle sentido a nuestras vidas. Porque no solo venimos a vivir, sino también a servir.
“Un beso cada día es mejor que uno al año”. Todos pasamos alguna vez por la consulta del doctor amor.
Una receta más de “La Cocina de las Emociones”, un recetario lleno de platos sabrosos, económicos y emocionantes, que no solo alimentan el estómago, sino también el alma.
Sergio Delgado Cintas.
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