Sigo los métodos de un ser humano nómada, de un lado para otro, partiendo de un lugar llamado desesperanza. Voy camino de un nuevo mundo, quizás a ese sitio en el que ninguna otra especie humana ha viajado, un lugar sagrado y de peregrinaje, en el cual transitan hombres de bien, en busca del brebaje que les haga satisfactorios. Ese brebaje, aún tomándolo, tiene veneno en la piel. Me cuentan los hechiceros aledaños que ese brebaje, al cual me debo y que, a posteriori, acabo bebiendo, cura todos los males, empezando por el hastío y terminando por el desamor. No hay mejor medicina que cure más al ser humano que los fines de semana, tras una caótica y tremenda actividad luctuosa e incipiente en el lecho, junto con la metafísica y el metaverso como aliados, para ver que la única y verdadera existencia real es la «dama» de mis secretos.
El camino más largo nos hace ver que, entre tinieblas y en lo oscuro, siempre hay una luz, y que viste de blanco. Nos guía, con seguridad, a todo lo establecido y a lo verbalizado, a través de la morfología de la ley del deseo. Dicha ley no crea secuaces, ni largas noches frías a la intemperie. Busca refugio en el ardor de tu boca. Oremos y recibamos poemas al alba, saquemos al renacuajo que llevamos dentro, indistintamente del espacio y del tiempo, como también de las reglas establecidas. Sintámonos como dos seres que ojean y divisan el escenario antes de actuar, fuera de todas las dudas e inquietudes que nos depara una vida cada vez más alejada de la realidad y de las variedades que hace tiempo hemos ido perdiendo a consecuencia de no mostrarnos como nosotros mismos.
Sin lugar a dudas, y fuera de pesimismo y forofismo, creo que aún queda algo de rescoldo en este fuego abrasador con el que me caliento contigo, porque solo tú eres la causa y el efecto, porque tú eres mi sitio favorito, eres ardua pasión, envejecida en barrica, y con el pasar de los años, mantienes, cuando bebo de tu brebaje, el fino y transparente líquido que hace que me vuelva totalmente majareta por ti. Por lo tanto, seguiré contando los días para hacer el camino hacia el lugar donde se termine la senda, que me lleve a descubrir que no hay rosa más bonita que la que riego cada día en tu jardín. Ese jardín donde brotan las palabras y los amores prohibidos, donde me gusta indagar y llegar a la conclusión de que este camino ha merecido la pena hacerlo, aunque la semántica no sume ni se atribuya a la verdad. Porque la única verdad la tienen aquellos que saben amar y respetar en libertad, aunque mientan en su soledad, siempre necesitarán beber del líquido rosa y suave de las femenidades, excepto si no aceptas hacer el camino que yo hago a diario en busca de mi Atenea, que me embelesa y me entretiene. Cada vez que llego, me abre la puerta y me empaña el cristal; queremos siempre llegar a puerto, una vez en alta mar.
La vida consiste en dos cosas: en el orden y en el caos. Y todavía del segundo no he aprendido que, para tener un orden, previamente hay que transitar por un caos. Ese caos y ese desorden llevan toda una vida los filósofos descifrando en la materia, el porqué de nuestra existencia y el verdadero sentido de la vida. Aunque, sabemos todos, aunque no seamos filósofos, cuál es el verdadero sentido de la vida, y es, a la postre, ese líquido rosa y suave que precisamente, ahora mismo, estoy ingiriendo por vía oral para dejar de escuchar ese ruido de fondo permanente del sistema actual en el que estamos instalados.
Desde el infierno, escucho tu voz.
M’Expreso, aunque todo sea un caos.
¿Y tú? ¿También estás hecho o hecha un caos?
¿A qué esperas para leer estas reflexiones y pensamientos en exclusiva para los lectores y lectoras de Infoguadiato?
Delgado Cintas
El orden y el caos. Siempre una cosa y la contraria. La vida!