Hay hoy en España dos discursos paralelos, dos relatos que no se encuentran. Imposible que se encuentren porque van en direcciones opuestas. El uno tiene que ver con el pasado que se empeñan en revivir, en resucitar: que si terrorismo, que si ETA, que si guerra civil… que escuchamos por doquier y a propósito de cualquier excusa o motivo interesado, casi siempre manipulado. El otro tiene que ver con el presente hecho futuro que empeñan en negar: aquí no hay quien viva, ciudades y barrios tensionados, precios de alquileres prohibitivos, alquileres turísticos etc., etc. Parecen dos Españas viviendo en épocas distintas. Y no, es la misma España y estamos en 2024.
Miguel de Cervantes define la Historia en el capítulo IX de su Don Quijote como “camino de la verdad, émula del tiempo, depósito de las acciones, testigo de lo pasado, ejemplo, aviso de lo presente y advertencia de lo por venir”.
La perversión política en España (sí, la perversión) es de tal tamaño que cualquier cosa por dolorosa que sea sirve para utilizarla en la contienda política, contienda legítima si se entendiera como respetuosa y limpia, que no lo es para desgracia democrática. Estamos comprobando que todo nuestro pasado reciente como nación se emplea como arma arrojadiza contra el adversario convertido en enemigo irreconciliable con tal de obtener ventaja política. Así, temas como terrorismo, guerra civil, amnistía, golpe de estado, ETA etc., en sus respectivas versiones son los temas que más se inoculan en la mente de los españoles buscando su complicidad a pesar de que son temas añejos que no figuran entre las inquietudes reales de la sociedad que ya sabemos que son otros muy distintos.
Consecuentemente con este afán por mantener vivas las heridas y tratar de hurgar en ellas se aprecia un incremento de la agresividad y violencia a propósito de cualquier cosa previamente inoculada de pasiones y de intereses espúreos, claro, en una especie de transfusión sanguínea desde el ámbito político público a ciertos comportamientos sociales de la población. Y luego nos quejamos.
Agresividad y violencia que contrasta a su vez con una cierta placidez y bondad de los indicadores de la salud económica del país que sigue creciendo, incrementando el empleo, los salarios, el producto interior bruto etc., hasta el punto de que el ministro de Economía se queja de que nadie le insulta ni le mira con desdén.
En el caso español, la mayoría de los pretextos presentados para no recordar la época franquista y la época terrorista de ETA es que no debemos reabrir las heridas del pasado. Una nación no puede cicatrizar sus heridas mientras la memoria colectiva esté cuestionada, prohibida, negada, perseguida, manipulada. Afrontar la memoria histórica, democrática a las víctimas del periodo franquista o a la del terrorismo de ETA es una forma de devolverle a la historia española la dignidad que merece. Pero también debiera servir para sacar a la luz realidades de la historia contemporánea española largo tiempo ocultas. De este modo, la memoria de las víctimas podría convertirse en un gran antídoto contra el odio y el prejuicio en España.
Odio y prejuicios que, lamentablemente perduran en la medida de que todo el tema de la memoria está trufado de política partidaria, sucia y vergonzante protagonizada por ventajistas y forajidos que sólo ven votos donde otros ven dolor y olvido. Y mientras dura este relato no hay bemoles para ponerle los cascabeles al tema de la dignidad de disponer de un techo. Así no se hace España. Como decía la senadora Amidala en el episodio III de la saga de Star Wars : “Así muere la libertad, con un estruendoso aplauso”.
Enrique Monterroso Madueño
Mas alto se puede decir pero mas CLARO NO.
Ojala todo el mundo reflexionara y que dejaramos atras de una vez tanto dolor de un bando como de otro y que volvieramos a convivir lo mejor posible.
Buen artículo, enhorabuena.