René Descartes, matemático, físico y filósofo francés, padre de la geometría analítica y de la filosofía moderna, patentó lo que es bien sabido por todos: «la regla de tres» de Descartes, que consiste en resolver problemas de proporcionalidad entre tres valores conocidos y una incógnita. En ella se establece una relación de linealidad, de proporcionalidad, entre valores. La regla de Descartes es una regla del siglo XVI, y sigo yo despejando esa incógnita, dicha incógnita amparada por la legalidad y una reglamentación de las normas establecidas más por mis desaciertos que por mis aciertos. Teniendo como refugio la mirada de un cazador furtivo y, a la desesperada, quemar mis últimos cartuchos, no me desespero «por el qué dirán» o «qué más da». Sigo apegado un tanto a la belleza por las pequeñas cosas, que no me imagino en otra vida haciendo algo distinto a lo que estoy haciendo actualmente. Actuar, deducir, indagar en el camino de la sabiduría, en el mundo de las letras y del arte, en tomar mi tiempo en hacer cosas que me hacen feliz, en hacer un poquito más amena tu vida a la hora de leer este artículo. La vida es prácticamente un instante, y en esa anatomía de ese instante, está el ser felices hagamos lo que hagamos, sin ser forzados a hacerlo, en servir si te necesitan, prestándoles un poco de tu atención, en una sociedad que creo que el costumbrismo se ha instalado para quedarse. También, nos da vergüenza ser nosotros mismos, nos da miedo confundirnos, nos da miedo hablar en público porque nos puede entrar esa disfemia, que a mí me entra a menudo cuando hablo en público o voy a decir algo a los demás. Pero pienso y me pregunto, ¿hay alguien en este mundo imperfecto que sea perfecto? Por eso, cada vez me doy menos miedo. A la vida hay que echarle bémoles y ser consecuentes con nuestros actos, como mis adictivos actos, que son regalarte, con estos artículos, un trocito de mi vida y de mi tiempo. No todo está escrito y sabido, no existe un manual de cómo llevar la vida, como tampoco existen errores sin aciertos; más bien, existen aciertos con sus errores. Y, en ese nivel estoy yo: tengo aciertos con sus imprescindibles errores, y de los errores aprendo más que de los aciertos. Trato de despejar esa incógnita cada día o cada vez que se me presenta, para poder aliviar mis males, porque teniendo en cuenta que nuestro caldo de cultivo es erradicar a todas aquellas personas tóxicas de nuestras vidas, yo te considero como mi fiel compañero o compañera de estas cápsulas emocionales, donde me expreso a menudo. Y con estas cápsulas que con tanto mimo escribo para ti, me parece ideal decirte ahora mismo en voz bajita y al oído: «ya he despejado esa incógnita». Y esa incógnita, delineada y por «la regla de tres» de Descartes, era: «LA DE VOLVER A VERTE OTRA VEZ». Me he perdido tanto despejando esa incógnita que no sabía que estabas a mi lado. ¡GRACIAS POR ESTAR AHÍ!
M’EXPRESO CON LA REGLA DE TRES DE DESCARTES!
¿Y TÚ, TE EXPRESAS CONMIGO Y CON RENÉ DESCARTES?
¿A QUÉ ESPERAS PARA LEERLA?
EN EXCLUSIVA PARA LOS LECTORES Y LECTORAS DE INFOGUADIATO.
Sergio Delgado Cintas
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