La vida es un abrir y cerrar de ojos. No se detiene ni en ti ni en mí. La vida es como una casa encendida, y cuando nos vamos de este mundo, esa luz se apaga por un tiempo, hasta que otros la enciendan de nuevo.
El mayor descubrimiento que se puede hacer en la vida es conocer personas. Personas en el ámbito familiar, de la amistad o del entorno social. Nunca dejamos de descubrir, día tras día, a los seres humanos que nos rodean, aquellos que nos ofrecen su apoyo para que, durante el tiempo de nuestra existencia, podamos ser lo más felices posible.
Entiendo que la pérdida de un ser querido duele profundamente, y si ocurre de manera repentina o trágica, ese dolor hace que la herida sea más profunda. Sin embargo, una vez escuché un conocido decir: “Somos lo que vivimos”.
Con esa certeza, y con el refrán que dice que el tiempo lo cura todo, uno se adapta a otra dimensión. Mi vida, por ejemplo, dejó hace tiempo de ser un caos. Pasó de ser un desorden atroz a convertirse en lo que es hoy: una película de la factoría Disney.
Cuando revisamos el dolor una y otra vez, recordamos que nunca nos vamos del todo de este planeta. Dejamos aquí una huella infinita: una huella de amor, de mujer, de hijos, de hermanos, de padres e, incluso, de los animales que compartieron nuestra existencia.
De todas las pieles en las que habito en esta vida, hay una que es esencial: la piel del luchador.
Ese luchador que se convierte en un gladiador para encarar todas las pérdidas que la vida me depare, incluso la mía. Pelearé hasta la última gota de sangre y el último latido.
Porque la vida se resume en los últimos sesenta segundos de nuestra existencia. En ese instante, vemos pasar toda nuestra trayectoria en este mundo. Y así, en un abrir y cerrar de ojos, se nos va nuestra estancia en este planeta Tierra.
—Señor, ¿Cuándo será nuestro fin?
—Joven, eso nunca se sabe.
Este triste artículo está dirigido a los familiares y amigos de Marcial García Cuenca.
¡Que la tierra te sea leve!
D.E.P.
Sergio Delgado Cintas.
La vida es efímera, la representamos en cada tic tac del tiempo, que cada segundo pasado ha tenido un dueño en nosotros y que ya no existe, y el futuro es una esperanza que tampoco puede llegar cuando nosotros queremos,es un tiempo en espera sin vivir, de lo que se deduce que lo único eterno es la muerte.
Vivamos cada emoción con la mayor felicidad.