Déjame que deambule en mis pesadillas una vez más.
Déjame que mis miedos me atrapen y me dejen totalmente desnudo, débil y estrictamente vulnerable.
Hace tiempo que no me encuentro. Intento ser yo, pero a lo mejor mis ganas de ver la vida positivamente se disfrazan de horror y de negaciones.
Subir hacia lo más alto de la montaña, soñar con ser la persona que algún día fui, y simplemente hallarme en un laberinto del deseo y del infortunio más que revelador, en acto de rebeldía.
Y, ¿Qué más da si son cosas de la edad? Como cantaban el grupo de música de la movida madrileña Modestia Aparte, yo usaba la modestia, pero aparte al dolor ajeno.
Me duele tanto todo esto que está pasando ahora con la DANA por todo el territorio nacional, pero con mayores estragos en las comunidades de Valencia y de Andalucía.
Esto no hace más que saquear mis aspiraciones a ser la persona más feliz del mundo, con mis inquietudes y decisiones erróneas cada dos por tres.
Otras veces pienso:
«¿Y si todo esto fuera el final? ¿Qué pasaría?»
Pues sucedería que esta fría y angosta habitación quedará cerrada para siempre, y yo me quedaré desolado ante su ausencia, pero con la esperanza de volver a ver de nuevo el sol.
Quisiera que ese sol me gire otros trescientos sesenta y cinco días más y que me arrastre mar adentro hasta el fin de mis días.
Con todo esto que estoy narrando, quiero hacer de mi vida un regreso.
Al calor de una buena lumbre, decidí acostumbrarme a no dejar atrás las cosas importantes, a no dejar de creer en la vida.
Porque todo es poética, y en esta urbe donde habitamos estamos totalmente desolados y a la intemperie cuando alguien nos deja, quedando en nosotros la imborrable huella de su ausencia.
No quiero perder más en esta vida.
Quiero ganarle tiempo al tiempo y, tras el paso de este vetusto tiempo ya vivido, acostarme con la sensación de que el descanso eterno está aún lejano para ti.
Pero aún más cerca está que yo siga en mis treces, que acabe devorado por mis miedos y mis dudas… y las venza de una vez por todas.
La roca más dura también se parte y se puede hacer mil pedazos.
Todo se viste de triste traje gris oscuro, pero escucho a lo lejos aún su voz.
Sigo los pasos pasajeros del viandante, aquel sendero que desde niño, cogido de tu mano, nunca me soltaste.
En estas frías noches de otoño, me doy cuenta de que mi rostro sufre la carencia de tus besos de despedida.
Aún reconozco que mi conciencia me dice que mi deber lo estoy cumpliendo. Por ti. Solo por ti.
No me dejes de nuevo solo y a la intemperie, para que tenga que bregar con mis enemigos.
Cuando vuelvas a mí, sea en esta vida o en la otra, estaremos como siempre:
«En otra dimensión».
LA MÍA MAMMA
M’EXPRESO CON ALGUIEN MUY ESPECIAL
Y TÚ, ¿TE EXPRESAS?
¡A QUÉ ESPERAS PARA LEERLA!
SERGIO DELGADO CINTAS
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