InfoGuadiato
Actualizado el 13/08/2024
Para esta segunda entrega para los lectores y lectoras de Infoguadiato y el Periódico Valle del Guadiato, entrevistaremos a un vecino de Peñarroya-Pueblonuevo que, con su cámara fotográfica, ha capturado las historias de muchas familias de nuestro municipio. Flores Calvo-Parra Muñoz-Reja (Pozoblanco, 1932) cuenta con una trayectoria profesional inmaculada e intachable. En esta entrevista, repasaremos no solo su lado profesional, sino también su lado humano y familiar. A sus noventa y dos años, lleva una vida muy activa, donde su mente y su cuerpo se mantienen ocupados cuidando a su mujer enferma, Paca, desde hace muchos años. Además, con el cariño de sus hijos y nietos, que aunque están lejos, le dan una fortaleza de hierro para cuando vienen a visitarlo. Su hija mayor lo visita muy a menudo, y algunos de sus nietos también, y Flores siempre les prepara cualquier plato que les guste. Porque, aunque no lo parezca, Flores es un auténtico cocinero, con numerosas recetas apuntadas en libretas desde hace años. Todas ellas del programa «Cómetelo» de Canal Sur, presentadas por el Chef Enrique Sánchez.
Sin lugar a dudas, no hay nada que se le resista a este buen hombre: desde la albañilería, fontanería, electricidad, carpintería, hasta los pasatiempos y manualidades. Entre sus creaciones se encuentra «La Giralda de Sevilla» hecha de metal bañado en oro, y actualmente sueña con realizar la «Torre Eiffel», tan de moda con los próximos Juegos Olímpicos de París.
Las recetas que nos va a contar Flores Calvo en esta sección son las que debemos apuntar para llegar a su edad con la vitalidad de este fotógrafo de profesión y viejo rockero de alma, esos viejos rockeros que nunca mueren. Sin más preámbulos, vamos a pasar a las preguntas que le hemos formulado en este mediodía dominical de finales de julio.
Infoguadiato: – Buenas tardes, amigo y vecino Flores, gracias por concederme esta entrevista. Será un placer poder conversar contigo de todo y, de paso, que sirva como mi homenaje personal hacia tu persona, tan admirada desde pequeño por mí. La primera pregunta es sencilla: ¿Podrías describirme tu infancia en plena Guerra Civil Española y la posterior dictadura franquista?
Flores Calvo: -Cuando empezó la Guerra Civil Española, yo tenía cuatro años. Mi padre fue militarizado porque era ferroviario. Vivíamos en Peñarroya-Pueblonuevo y nos fuimos a Puertollano. Cuando venían los aviones del frente, nosotros vivíamos en el parque, en el paseo que llaman allí en Puertollano. Cuando sonaban las sirenas, corríamos a un refugio en el mismo parque, que hoy en día es un aparcamiento de vehículos. Me acuerdo que, cuando mi padre venía al mediodía, vivíamos en un primer piso, y desde la ventana de la cocina había un pozo pegado a la pared. Yo, con una cuerda y una botella forrada por mi padre con guita, bajaba la botella al pozo para mantener el vino fresco para cuando llegara mi padre. De la Guerra Civil no recuerdo más hasta que terminó.
Regresamos a Peñarroya-Pueblonuevo, y la casa que habíamos dejado para irnos a Puertollano había sido arrasada. Nos habían robado todos los muebles y demás pertenencias. Ocho o diez días después, encarcelaron a mi padre por ser de izquierdas, a pesar de que nunca se metió con nadie. En aquella época, la mayoría de los obreros eran de izquierdas. Mi madre quedó sola con mi hermana y conmigo, sin ingresos. Para ganar algo de dinero, iba a un estanco en la calle Teatro, conocido como el de la «moño gordo», y le daban los paquetes de tabaco «fiados». Mi madre vendía los paquetes a un precio un poco más alto y así sobrevivíamos, viviendo con otra familia que no tenía hijos.
Yo tenía una tía que tampoco tenía hijos, y se empeñó en llevarme con ella para aliviar la carga de mi madre. Tenía yo unos diez años. Mi tía vivía en Santa Cruz de Mudela (Castilla-La Mancha). Mi tío, que había sido ferroviario, murió, y mi tía se empeñó en ponerme el nombre de él, así que me llamo Florencio. También pasábamos necesidades allí. A las dos de la madrugada, mi tía me levantaba con un botijo y un alambre para vender agua a los viajeros del expreso Madrid-Ciudad Real. Yo pregonaba el agua fresca, y los viajeros me daban una perrilla, que yo entregaba a mi tía, aunque me tenía a medio comer. Mi madre se enteró y me trajo de vuelta a casa.
Mi madre se dedicó entonces al estraperlo, vendiendo café, chacinas, etc. Iba a Portugal a por café, a Pozoblanco a por aceite, o a Villanueva de Córdoba a por chacinas y pan, y los revendía. Recuerdo ir con ella a Madrid a llevar huevos, porque casi todas las casas en Peñarroya-Pueblonuevo tenían gallinas. Cuando mi madre juntaba seis u ocho docenas, las llevábamos a Madrid y yo la acompañaba. Así fue mi infancia durante la Guerra Civil y la dictadura franquista. Luego, mi madre se dedicó al estraperlo, y yo la ayudaba hasta que me hice mayor.
¡Hombre!, yo te puedo decir que todas las personas somos como nacemos, y todos somos diferentes. Yo era el mayor de los cinco hermanos, y siempre he sido muy obediente a mis padres, y a los mayores. Entonces, yo me dedicaba a ayudarle a mi madre, porque ya se terminó lo que era el estraperlo. Dada esta pequeña introducción y yéndome a la pregunta que me has realizado. Decirte Sergio, que personas como yo, claro que la debe de haber y que existan todavía, a montones, yo no soy único. Pero claro que sí que hacen falta y las debe, de haber, incluso mejor que yo, más preparada académicamente, pero, sobre todo, hacen falta en los tiempos que corren, porque estamos de algún modo retrocediendo, de en vez de avanzar. Las personas debemos de ser libres y respetar una democracia, para algo se llama democracia, para vivir en libertad. Y por algo se llaman en dictadura, porque no existe la democracia, hay que hacer lo que te dicen. Y ahora recuerdo, que había que hacer lo que te decían, porque cuando regresaron las personas mayores de la guerra, porque de este pueblo, huyeron muchísima gente, la mayoría estaban casados por el juzgado. Entonces, el estado les daba cien pesetas en el año 1940, a partir del año 1940, le daban cien pesetas a los que estuvieran casados por la iglesia. Y la mayoría que estaban casados por el juzgado, entre ellos había familias mías, se casarón por la iglesia, para recibir esas cien pesetas. Y, yo recuerdo de amigos míos que les costaron adaptarse a la democracia. Unos porque eran demasiados rebeldes y otros porque eran demasiados nobles. Entonces, adaptarme a mí a la democracia, no me costó ningún trabajo. Porque mi comportamiento, tanto en la dictadura, como en la democracia, ha sido la misma. Yo no he tenido diferencias políticas, yo he respetado a toda la gente, y cada uno es, lo que quiere o quiera ser.
I.G: -Volvamos a sus inicios profesionales, ¿Por qué eligió la profesión de fotógrafo? ¿Cuéntanos un poco su trayectoria como fotógrafo?
F.C.: – Eso fue una cosa inesperada en mí, la de ser fotógrafo. Yo me casé en el año 1959, y en el año 1960, nació mi hija. Resulta que nos fuimos a vivir a la casa de los tíos de mi mujer, porque a mi mujer la criaron desde niña, se quedó sin madre, al padre lo mataron en el frente, y la madre murió de una mojada. Y la criaron a ella. Y en el año 1959, la mayoría que los que nos casábamos, nos íbamos a vivir con los suegros. El tío de mi mujer era fotógrafo, entonces, nació mi hija, y yo no echaba cuenta de ser fotógrafo, porque trabajaba por aquellos entonces en la papelera. Pero resulta, que mi mujer, no podía darle el pecho, y comprábamos una lata de pelargón, para hacerle las natillas, es decir, el biberón. Nos costaba doscientas veinticinco pesetas a la semana, y yo ganaba pues, doscientas cincuenta pesetas a la semana, me quedaban veinticinco pesetas para comer una semana mi mujer y yo. Debido a esa falta de ingresos, le dije al tío de mi mujer, que porque no me enseñaba a ser fotógrafo. Compré una “Voil Lander”, de segunda mano, que me costó cuatro mil pesetas, que me las prestó el tío de mi mujer. Y, yo empecé a trabajar, primeramente, a los compañeros del trabajo, la que me enteraba que se iba a casar, le hacía el reportaje de bodas, le vendía ya de paso, las alianzas, los pendientes, de una joyería de aquí del pueblo, que existe todavía, que se llamaba “Clemente Molina”, – a día de hoy existe todavía esta joyería en el distrito de Pueblonuevo, en la calle La Luna- Y ahí, le trabajaba yo vendiéndole oro a esta joyería. Y, aparte de ser fotógrafo, vendía todas esas cosas, los cubiertos, las alianzas y los pendientes. Claro, yo ya empecé a despegar siendo fotógrafo, y me compré una bicicleta, porque yo andando no me podía desplazar. Y con la bicicleta pues iba, a todas partes a hacer fotos. Recuerdo, donde más fotos hacía, eran en las “Pascuas del Río”, hasta mediodía me iba con mi bicicleta, a la “Pascua del Río”, con un bocadillo en el bolsillo, a hacerles las fotos a todas las gentes camperas. Se solían hacer fotos de familias en grupo, también cuando estaban haciendo la comida, normalmente se hacía, el “arroz con pollo”. Y, luego ya después de la comida, con la bicicleta, pues me iba al “Bonar”, que está detrás del Peñón, donde iban la gente de Peñarroya al “Bonar”. Pero allí, sí que iban fotógrafo, porque éramos unos doce fotógrafos que había en el pueblo, que nos dedicábamos todos a eso. Ya, por la tarde, en cuánto yo llegaba, a los conocidos, pues empezaba a echarles fotos, y ya casi de noche, tenía que dejar, porque no podía hacer más fotos, por falta de luz. Llegaba a casa con siete u ocho carretes que había tirado en el día en los bolsillos, y me ponía a rebelarlo. Entonces, echaba una mano a mi mujer en la cocina, bañábamos a la niña y la acostábamos. Y nos pasábamos toda la noche, mi mujer y yo relevando las fotografías, mi mujer rebelando y yo imprimiendo. Nos daban las tantas de la madrugada, y a las seis me tenía que ir a la papelera a trabajar. Y esa ha sido, mi forma o mi manera de trabajar.
I.G: – Siendo usted fotógrafo y haciendo un símil con su profesión ¿Con qué imagen fotográfica te quedas, que hayas hecho a Peñarroya-Pueblonuevo? ¿Algunas anécdotas o curiosidades que nos pueda contar como fotógrafo? ¿Te has negado a fotografiar a alguien o a algo?
F.C.: – Nunca me dio por hacer una imagen fotográfica a Peñarroya-Pueblonuevo. Lo que sí recuerdo es cuando hacía un reportaje de boda, era de llevar a los novios, pero en especial a las novias, a los sitios más emblemáticos de Peñarroya-Pueblonuevo. Por ejemplo, cogía a las novias, en la puerta del matadero, cogiendo a Peñarroya y el Peñón. Le hacía fotos en el “Llano”, porque ya después cuando hicieron la residencia de ancianos en la avenida Calvo Sotelo, (actual avenida José Simón de Lillo) hicieron una cueva con piedras de mar, le pedía permiso al director de la residencia de ancianos, y también llevaba a la novia a hacerse fotos en ese sitio.
En mi vida profesional he vivido dos anécdotas. Una fue que retraté a una muchacha de Peñarroya, que era novia de un vecino que vivía aquí en el distrito de Peñarroya. Se llamaba Luis, el hijo de Juanito, que se murió muy joven, y ha sido una de las mejores fotos que yo he hecho en mi vida. Le hice un medio cuerpo, que era una preciosidad de fotografía, y cuando yo la imprimí en la cartulina, le dije a mi mujer, está la rebelo yo, porque mi mujer era la que rebelaba. Le dije, está la rebelo yo, porque esto es una de las mejores fotos que yo he hecho. La rebelé dicha foto con mucha pasión, porque yo era un apasionado de mi trabajo. Le preparé la foto, y a los tres o cuatro días vino a recogerla, le acompañaba Luis, y yo pues esperando un halago de aquella foto, al enseñársela me dijo que estaba muy fea y muy mal hecha la fotografía. Tal desilusión sufrí que en ese momento cogí la foto en ese momento y la rajé con ella allí presente. Y, le dije a esta mujer, que en esta profesión todavía no me había merecido algún halago por mi trabajo, con mucha pasión que lo realizaba. Sí es verdad, que algunos reportajes de bodas, me lo han dicho, que he realizado unos grandes reportajes. Y, tengo otra anécdota que eso ya es el colmo de los colmos. Fui a Villanueva de Córdoba a hacer la fotografía de carnet de identidad, porque antes la policía nacional se desplazaba cada cinco años a renovar los carnets de identidad. Pero cinco años eran una eternidad para renovar los carnets de identidad. Por lo tanto, nosotros íbamos, lo digo en plural, porque yo solo no iba. Porque venía el tío de mi mujer, y venía un cuñado mío, que lo enseñamos a hacerse fotógrafo, porque trabajaba en la fundición, y nos fuimos los tres. Pero, eso que voy a contar, no me sucedió, ni con mi tío, ni tampoco con mi cuñado, me sucedió con un amigo que era fotógrafo, que se llamaba Miguel, era un mozo viejo, pero muy vicioso, fumaba y bebía muchísimo. Entonces, ha llegar a Villanueva de Córdoba, y estar allí los dos, me convenció, para trabajar juntos. A los dos días, me pidió quinientas pesetas por adelantado, y fuimos a un bar a tomar café, y el habló cosas que no debía de hablar, y el alcalde lo expulsó del pueblo. Al otro día me viene un municipal y me llama a mí. Voy al alcalde, y me expulsa del pueblo también. Y, le digo yo al alcalde, que en mi pueblo había albañiles de su pueblo trabajando, que todas las personas, podrían trasladarse, y trabajar libremente, que eso ya era la democracia, haría unos cinco años que entramos en la democracia. Y, en Villanueva de Córdoba, el alcalde era en ese momento del partido político de Alianza Popular. Pues, me vine a mi casa y me fui con mi moto a Córdoba a Hacienda. Fui a Hacienda, y le enseñé el permiso que yo tenía para hacer fotografías, allí me dirigí preguntando con la persona que podía entrevistarme, a la petición que yo estaba requiriendo. Y me llevaron al despacho de una mujer que era abogada, entonces le enseñé yo la cédula, se llamaba cédula de identificación, eso era para todo el año. Le dije yo, que qué me autorizaba aquella cédula de identificación. Al instante, me respondió esta mujer abogada, para hacer fotografías por toda España, en calles, plazas y locales provisionales. Y el epígrafe era el 1875, todavía me acuerdo del epígrafe. Pues, al otro día fui a Villanueva de Córdoba, y llega un municipal y me dice que vaya a hablar con el alcalde otra vez. Voy a ver al alcalde, y me dice el alcalde, que, porque he vuelto, que él como máxima autoridad del pueblo no me autoriza que haga fotos. Entonces, le digo yo al alcalde, que parece mentira que, siendo alcalde, no sepas el epígrafe 1875, a qué se tiene a derecho. Yo me excite un poco hablando, y él también, y veo que lleva la parte baja de la mesa la mano y se presenta un municipal, yo pensé que había tocado un timbre, y ya me normalicé yo un poco. Entonces, le dije yo, porque yo la fotografía empecé a cobrarlas a mitad de precio, me habían dicho el personal de Villanueva de Córdoba, que el fotógrafo de allí de ese pueblo, era amigo íntimo del alcalde, que le hacía las propagandas de las elecciones, con un coche y un altavoz por el pueblo. Por lo tanto, este alcalde, estaba sometido a ese fotógrafo, para expulsarme a mi del pueblo. Le dije al alcalde, que leyera el epígrafe 1875. Echó mano a un cajón, y sacó un libro bastante gordo, buscó en ese libro, el epígrafe 1875, y cuando cerró ese libro gordo con mucho genio, va y me dijo que me podía marchar, y le dije, te voy a decir una cosa, “no vuelvas a mandarme más municipales del pueblo para que me expulsasen”, porque sí quieres que me vaya del pueblo, me lo tienes que dar por escrito, verbalmente no me voy del pueblo. Sí quieres tú, porque era muy joven, porque él me empezó a hablar de tú, pues entonces yo también le tuteaba. Entonces, le dije que había puesto las fotografías a mitad de precio, y que sí quería, pues podría hacerle las fotos a su familia. Entonces con mucho genio, me echó del despacho. Me puse a trabajar a partir de ese momento, y no me daba tiempo ni a comer, toda la gente buscándome para hacerse fotos, y poniendo las fotos al mismo precio, gané el doble de dinero, allí en Villanueva de Córdoba. Esas dos anécdotas, es lo más curioso que me ha pasado en mi carrera profesional como fotógrafo.
Nunca me he negado a hacer una fotografía a ninguna persona o a algo que me hayan pedido. Yo por fortuna o por mi forma de ser no me he negado nunca. Yo entre semana tenía poco trabajo, cuando más trabajaba eran los fines de semanas, pero sobre todo los domingos. Las épocas de las bodas, comuniones, bautizos o cumpleaños, que por aquellos entonces, se estilaba mucho de hacer fotos. Y, por lo tanto, me hice fotógrafo de “máquina minutera”. Aprendí hacer fotos con la máquina minutera, y eso eran fotografías en el acto. Y me ponía en “Llano”, y con esa máquina no paraba, porque en septiembre, era la época de hacer fotografías para los colegios y los institutos, había que llevar una fotografía. Y, yo pues en el “Llano”, cogía muchas fotos de bodas, de cumpleaños, comunión y bautizos.
I.G.: – Tu hijo Flores, siguió sus pasos como fotógrafo, y se quedó con el negocio, ¿Sientes o percibes que las fotografías de toda la vida han pasado a mejor vida con las nuevas tecnologías?
F.C.: – Bueno, mi hijo ya, cuando fue ya un hombre, y no tenía trabajo, le dije yo porque no se hacía fotógrafo, pero el espíritu de mi hijo no es trabajar callejero, mi hijo no es de estar haciendo fotos callejeras, pero yo le dije, que mejor por qué no montarle una tienda, es decir una papelería-fotografía, y montamos entre los dos la tienda, e in situ, montamos un estudio de fotografías. Y, entonces, pues es no fue a ningún colegio u otro sitio a enseñarse. Él se compró su ordenador y el sólo aprendió a trabajar y manejaba el ordenador fenómeno y se dedicó al estudio fotográfico, empezó a hacer reportajes de bodas comuniones, o a los avisos de ciertas personas, para hacer unos trabajos selectos. Pero mi hijo, no iba a entregas de premios, como iba yo, ni a los colegios, ni en las fiestas, ni en nocheviejas, ni cuando hacían los teatros y todas esas cosas.
I.G: – ¿Nos podrías decirnos el proceso que lleva para hacer una fotografía? ¿Y las cámaras antiguas cómo eran?
F.C.: – Bueno, el proceso en blanco y negro era fantástico, a mí me gustaba muchísimo ese proceso. Yo le tomé mucho cariño a la foto porque veía que era un trabajo muy remunerado, y a la vez bonito. Yo compré todos los aparatos, unos tanques para relevar, y yo relevaba hasta tres películas de golpe. Luego había que dejarlas secar, y luego compré, una ampliadora en blanco y negro. Pero, ya después cuando comenzó el color, yo no me podía permitir meterme en un estudio de color. El trabajo me lo hacían unos laboratorios, primeramente, empecé en Córdoba, y después, empezaron a venir de Sevilla, venían todos los días un representante, y se llevaba el trabajo, porque éste de Sevilla, era más económico que el de Córdoba. Entonces en color, tuve que cerrar la ampliadora, y ya, a lo que me dedicaba era en hacer fotos, tuve que comprar máquinas nuevas, todo no, y todos los días venía este representante de Sevilla, y se llevaba todos los cartuchos que había hecho de fotos todo ese mismo día y al otro día me traía la foto.
Yo tenía la “Voil Lander”, una máquina alemana, y también tenía una “Kodak”, con la que hacía los reportajes de bodas. Y luego, ya con la máquina minutera en la que se tapaba uno, tenía una manga negra, y en la manga negra, la arrugaba y a través del objetivo y se veía la imagen invertida. O sea, que si retrataba a alguien de píe, pues la veía boca abajo. Entonces, la cuadraba, y hacía la foto. Ahora que me acuerdo Sergio, me hice fotógrafo minutero porque mí tío solía ir a la Virgen de Espiel, “la de la Estrella”. Y me dice mi tío cuatro o cinco días antes, mí tío ya dejó de ir, porque se hizo ya muy mayor. Y yo no hacía cuenta ni del minuto, ni nada más. Ya me dejaron parado en la papelera por aquellos entonces. Y me dice, mi tío un día, tres o cuatro días antes, “Flores el domingo es la Romería de la Virgen de la Estrella en Espiel, porque no coges la máquina minutera y vamos a hacer fotografías con dicha máquina”. Y, yo lo vi bien, dije, “pues vamos”, yo el domingo ni tengo bodas, ni tengo nada, podemos ir. Entonces, en mi casa para enseñarme con la máquina minutera, me enseñé a retratar en mi patio, a las macetas, a las flores, empecé a retratar a mi mujer, mi niña, y los retrataba a ellos y fui haciendo prácticas. Pues, ya preparamos, porque llegó el día de la Romería, y nos fuimos a Espiel en el Correos de Córdoba, solamente con la máquina, y cogimos, llegamos a Espiel a la estación y por la vía del tren, nos fuimos con las máquinas fotográficas y con todos los bártulos a cuestas, andando a un camino que atravesaba la vía, que pasaba por la ermita de Espiel. Llegamos a la ermita, ya a media mañana, sobre las diez y media por ahí. Ya había mucha gente alrededor de la ermita, me pongo a montar la máquina, y ya montada la máquina, llega un matrimonio, conocidos de mi tío, y va y le dice, “Luis, que venimos a que nos hagas una foto”, y le dice mi tío, yo ya no, ya las hace mi sobrino. Y esa fue la primera foto de la máquina minutera que yo hice. Empecé a trabajar ese día, salió un día muy bueno, porque la Virgen de Estrella, es el primer domingo de mayo. Y, hizo un día estupendo, una temperatura muy agradable, y no tuve que cambiar el obturador de la máquina, ni nada, iba siempre con el mismo diafragma y todo. Y, estuve todo el día haciendo fotos, y comiendo a “salto mata”. Y, así aprendí a hacer las fotografías con la máquina minutera.
I.G.: – Pasemos, a temas familiares. ¿Qué significa para Flores, su mujer Paca, sus dos hijos y sus tres nietos? ¿Siguen algunos de sus nietos la profesión de fotógrafo?
F.C.: – Yo, te puedo decir en primer lugar que estuvimos siete años de novio. Como su tío era un hombre de su época, pues nos quería meter a nosotros a mi mujer y a mí que viviéramos esa época de ellos. Y estábamos tristemente a sus órdenes. Nos tiramos siete años de novio, y yo no dejé a mi novia, por una frase que me dijo su tío cuando la pretendí; “Que sería una pena que abusara de ella, que no tenía madre, que a ella le habrían criado unos tíos”. Entonces eso yo, lo tuve muy en cuenta siempre. Si no me llega a decir esa frase, o me hubiera dicho otra cualquiera, mi mujer cuando la conocí, ya hubiera roto con ella. Porque no podía aguantar la forma de vida que nos imponían sus tíos. Salir a las cuatro la tarde a pasear, y estar las luces de las casas encendía. No podíamos ir al cine, no podíamos ir a bodas, no podíamos ir a nada.
Yo en el año 1960, estuve a punto de irme a Alemania. Porque antes de entrar en la papelera, entré en el ferrocarril a trabajar, en vías y obras. Pero en el año 1960, nació mi hija, y aquello para mí fue como un rayo de luz. Al nacer mi hija, me volví loco, la quería a perder, como la sigo queriendo. Y cuando nació mi hijo, más loco me volví todavía. He tenido dos hijos muy buenos, lo hemos criado, como nos han criado a nosotros con nuestros padres, con la educación y el respeto hacía los mayores, y a ser buenas personas. Y afortunadamente tengo tres nietos, que son tres maravillas. Yo les digo, mis ramitas, porque yo soy el árbol y ellos son las ramas. Y les digo, que este árbol necesita otras ramas, y me dicen que el árbol está seco.
Nadie sigue de mis nietos mis pasos. Mi hijo tuvo una hija, y se fue a Barcelona a trabajar. Y la única hija que tenía, les dijo a sus padres que se fueran a Barcelona con ella. Y mi hijo, aquí en la tienda se defendía bien, porque se dedicaba también ha hacer los colegios. Hemos hecho los colegios de Huelva, los colegios de Sevilla, los colegios de Córdoba, y los colegios de Castilla-La Mancha. Y, él pues llegó un momento, en que le tiró más el cariño de su hija, aquí en la tienda y se fue a Barcelona, y allí vive en un pueblo al lado de su hija. Se ven todas las semanas, cenan juntos, comen juntos, y aquí pues se veían de año en año, cuando venían de vacaciones mí nieta.
I.G.: – ¿Qué me dirías de la situación actual de Peñarroya-Pueblonuevo? ¿Y a nivel nacional?
F.C.: – La situación actual del municipio no puede ser peor. Yo recuerdo, oírle hablar a mi padre cuando era niño, mi padre en conversación con otras personas que eran mayores que mi padre. Porque yo siempre he sido muy observador, me ha gustado desde niño escuchar a las personas mayores. Porque he comprendido o he tenido esa fortuna de ser, de que, de los mayores, se puede aprender mucho. Y, aún con mis noventa y dos años sigo aprendiendo mucho. Hablar del pueblo, y mi padre me contaba que los muchachos se peleaban, porque habían venido muchos forasteros de madrugada al pueblo. Porque como todos sabemos, que a este pueblo han venido y ha crecido a base de las personas que venían de fuera para trabajar, en la Sociedad de Peñarroya. Prueba de ello, que yo tenía un cuñado que tardó una semana, de venir de Granada con un burro. Él era un niño, cuando llegó aquí, tenía año y medio. Pero, su padre vino a trabajar a la Sociedad de Peñarroya. Entonces, a lo que iba, mi padre siempre decía que este pueblo nunca ha tenido raíces. Y que los muchachos se peleaban y los padres también, defendían a sus hijos. Entonces, nunca ha habido unión. Pero, yo cuando me hice mayor, yo observé que aquí no había unión, ni para formar una cooperativa. Cuando el ferrocarril cesó, la Sociedad de Peñarroya cesó, había aquí un hombre que destacaba mucho, un tal Enrique Morales. Tenía una tienda y además una fábrica de pellizas y de vestidos que les cosían las mujeres en sus casas. Y, ese hombre tuvo la idea de formar una asociación. Pusimos veinticinco mil pesetas, porque este hombre decía de quedarse con “La Yutera”, para allí formar una fábrica. Nos juntamos unas cinco mil personas que habían aportado unas veinticinco mil pesetas, y que nos costó mucho trabajo, reunir esas veinticinco mil pesetas, que parte de ellas nos las dieron los familiares. Y, aquello se pasaba el tiempo, los meses, y un año, y otro. Y no había junta general, ni daba conocimiento de las cuentas, ni de los trámites que estaban organizando, ni de nada. Entonces, ante esa desconfianza, también había un poco de desconfianza por parte de los donantes, como era la de reclamar las veinticinco mil pesetas. Y, entonces cobramos todos las veinticinco mil pesetas que pusimos. Aquello, fue al traste, y luego yo he observado, que se ha formado varias cooperativas, y ninguna salieron adelante, todas fracasaron. No aquí esa unión, que tiene que haber entre las personas, para crear algo, porque no hay raíces. En Pozoblanco que te voy a contar, si la comparábamos con Peñarroya-Pueblonuevo, ahí si hay unión, porque su fundación fue de judíos. Yo sé, que por sabido y por leído, que escuché en los mayores, que, en Pozoblanco, cuando el rey despidió a los reyes, a los gitanos y a los judíos, se refugiaron muchas familias de ellas en Pozoblanco, en un cortijo que le llamaban “El Gallo”, y mira a lo que se ha creado en torno a Pozoblanco. Bueno, a Pozoblanco me dijo mi hijo, que iba a hacer las fotos de los colegios, una noche me dijo; “Papá, mañana me voy a hacer fotos de los colegios en Pozoblanco”. A lo que yo le contesté; “Tu mañana no vas a hacer ninguna foto en Pozoblanco”. Y cuando, fue a hacer las fotos en Pozoblanco, le dijo el maestro que le había llamado que había cambiado de parecer, y no terminó haciendo las fotos en ningún colegio de Pozoblanco. Y, yo jamás he ido a Pozoblanco, a hacer fotos.
Yo la actualidad nacional la comparo con una casa. Una casa es muy difícil de llevar. Los padres tienen una responsabilidad muy grande, cuando nos casamos, y tenemos hijos y tenemos unas responsabilidades muy grandes. Como es en mantener nuestras casas y a nuestros hijos. Unos salen buenos, otros salen medianos y otros salen malos. Porque sale uno bueno, uno mediano y otro malo. A veces son los propios hijos, y a veces son los propios padres. Yo pienso, que llevar una casa es muy difícil, más difícil es llevar una nación. Cada uno pensamos de una manera, pero tenemos que apoyar a los políticos. Porque parece ser que, de un tiempo a esta parte, los políticos tampoco marchan bien. Porque se deberían limitar más a gobernar, que a censurar.
I.G.: – Mójese Flores, ¿Piensas qué en España hace falta que nos gobierne una mujer, tipo Isabel Ayuso u Yolanda Díaz?
F.C.: – Yo con respecto a la mujer, te puedo decir que son más inteligente que el hombre. La mujer es un ser, que su inteligencia radica en ser madres. Una mujer da la vida por un hijo, un padre no da la vida por un hijo, y hay padres que incluso matan a sus hijos. Una madre, jamás matará a un hijo, antes se matará ella. Luego, entonces sí esa mujer tiene la inteligencia e inclinación, hacía la familia y hacía los hijos, a lo mejor lo podría tener hacía sus ciudadanos. Estamos por ver, sí en España una mujer, gobernaría mejor que un hombre. Pero en el mundo tenemos pruebas, por ejemplo, en el Reino Unido, Margaret Thatcher, a esta mujer, le llamaban “la dama de hierro”, o en Alemania con la canciller Ángela Merkel. Y, parece ser que se respeta más a una mujer presidenta, que a un hombre presidente. Y, yo creo que los políticos de la oposición, no le dirían a una mujer presidenta, lo que le dirían a un hombre presidente. Creo, yo. A lo mejor, estoy equivocado. Pero, yo creo, que es hora de que tuviéramos una mujer presidenta, sea Isabel Ayuso u Yolanda Díaz, o la que sea.
I.G: – Y, la última pregunta, para dar por finalizada esta entrevista, ¿Cuéntales a los lectores y lectores de Infoguadiato y el Periódico del Valle del Guadiato, ¿Cómo es su día a día para llegar así a los noventa y dos años actuales?
F.C.: – Para mí los días no tienen horas. Yo soy una persona que desde que me levanto hasta que me acuesto, tengo que estar activo. Y, cuando tengo un rato de descanso, me dedico a hacer crucigramas, me dedico a escribir también. Mira, antes de caer mi mujer enferma no era muy cocinillas, pero desde que enfermó mi mujer hace ya muchos años, tenía que aprender a cocinar. Y, para aprender a cocinar un día viendo la televisión, vi un cocinero, y cogí lápiz y papel y empecé a escribir las recetas de ese cocinero, que es Enrique Sánchez, del programa culinario de lunes a viernes por las tardes en Canal Sur, “Comételo”. Tengo escrita dieciocho libretas. Dieciocho libretas de comidas, y cuatro libretas de reposterías. Hoy en día lo escribo, porque lo escribo como es natural, primeramente, conforme lo está hablando, lo estoy escribiendo. Y, luego ya durante el día lo paso a limpio. Y me he hecho un gran cocinero, tanto mis nietos, como amistades, alaban mi cocina. Tengo unos nietos que se desviven cada vez que vienen a mi casa verme, yo les pregunto que qué les hago. Hago unas carrilladas fantásticas, un arroz negro muy bueno, hago también unas patitas de cerdo con habichuelas fantásticos, en fin, que se me da bien la cocina. Otra cosa que te voy a decir, antes de caer mi mujer enferma, yo tengo una cochera y tengo montado un taller. Yo de niño iba por la calle, y me paraba a mirar a los albañiles, como trabajaban, y contaba las palas de arenas, de cemento y cal, que le echaban a la mezcla. Hoy día, no sé porqué los albañiles, no le echan cal a la mezcla, antes le echaban cal. Porque la cal, es un producto fantástico, prueba de ello, que la tapia de Sociedad de Peñarroya lleva ciento veinte años levantada, sin enlucir ni nada, y ahí están, de píe no se han caído. Y como tu digas a romper una tapia, de hormigón, de carbonilla y de cal. La carbonilla de las máquinas que se recogían, se le echaba cal viva, yo he hecho carbonilla con cal, porque nosotros compramos con mi padre un solar y la hicimos así. Y con esa mezcla con agua, es decir la carbonilla con la cal viva, y tupidos con pisones, eso es como si fuera cemento. Y, yo he hecho mi casa, compré esta casa, yo he estado años con un palaustre en la mano, nadie me ha enseñado a eléctrico, nadie me ha enseñado a poner azulejos, nadie me ha enseñado a poner cielo raso, nadie me ha enseñado a hacer una instalación de agua, y yo, sin embargo, lo he hecho todo eso. Y antes de caer mala mi mujer y ponerse enferma, ya cuando me jubilé, pues me dediqué en la cochera a hacer, la torre de “La Giralda”, de Sevilla. Fuimos, le dije yo un día a mi hijo, yo ya había dejado la fotografía, y yo ya con sesenta y cinco años, y estuve veintiocho meses, a nueve horas diarias, haciendo la torre de “La Giralda” de Sevilla. Fuimos, a Sevilla, mi hijo y yo, y la retratamos, le hicimos la fotografía, yo saqué una escala, por la ampliadora, mi hijo me la amplió al máximo, y luego yo ya, la iba aumentado, y a eso me dedicado. Ya, después se me puso enferma, y tenía en mente en hacer “La Torre Eiffel”, de París. Y ese es mi último sueño, en hacer y terminar “La Torre Eiffel”, de París. Y ya, lo último, entre mi hijo y yo hemos hecho dos cocinas, yo he hecho un armario de habitación, las mesas camillas lo he hecho yo siempre. Y, en fin. Yo tengo por mi forma de pensar, porque soy una persona, que no existe en mí. Todo lo que me propongo, lo hago, Nada es imposible para mí. Y así seré, hasta el fin de mis días.
I.G.: – Muchas gracias Flores, y espero que hayas disfrutado de esta entrevista, tanto como yo.
Sergio Delgado Cintas
Tiene que estar muy interesante esta entrevista, persona luchadora y con gran sabiduría. Deseando estoy de leerla completa
Enhorabuena a Calvo y a Sergio por la entrevista. Esto es poner en valor a la gente válida y profesional del pueblo y darla a conocer a los más jóvenes.
Sergio excelente iniciativa, otra más tuya!
Señor Flores no he visto en la entrevista oh el recuerdo no lo tienes pero yo si, no has comentado el tiempo que viviste en la calle Industria el el piso donde ahora esta la tienda de duran. Y era de Claudio