Nos queda un mundo todavía por descubrir. Tal vez no he empezado a vivir la vida como la debería vivir. Siempre he vivido con miedo y acomplejado, como si me sintiera en inferioridad con los demás. Mi vida ha sido, en la mayoría de los casos, caerme y levantarme, y cuando empiezo a vivir la vida, tropiezo con la misma piedra otra vez. Mi familia me ha protegido toda la vida y lo seguirá haciendo. Vivo constantemente instalado en una burbuja. Me gustaría vivir la vida sin ataduras ni cadenas y amar la vida como lo que es: ¡bella!
Me encuentro en modo «off» y me gustaría encontrar a alguien que me diera al botón «on» y me encendiera de verdad en todos los aspectos de la vida; ser un verso libre y hacer lo que me apetezca en cada instante y en cada momento, compartir mi vida con quien me dé la real gana y no mirar atrás, sino al presente y con miras al futuro.
Me llenaría de orgullo y satisfacción llegar a casa y encontrarme con las luces encendidas, que alguien me esté esperando, niños revoloteando la casa. Pero eso, a día de hoy, es un solar inhabitado, lleno de hierbas y malezas. Espero que el destino me depare algo mejor, acorde a mi persona.
A veces pienso que me quedaré el día de mañana solo, lleno de recuerdos infames y cajones vacíos, llenos de sucesos sin resolver. Soy un mar de dudas. Todas esas cosas me hacen tener una coraza ante la vida y ante las personas que me rodean.
Esta receta, en modo de artículo, trata sobre la procesión que todos llevamos dentro, y lo he comprobado ante un problema o una cornada que nos da la vida. Nos hacemos daño constantemente, nos aislamos de lo cotidiano, no queremos ser la comidilla del vecindario o de las personas que más nos conocen.
De hecho, mi hermano tuvo hace poco un accidente de coche, y he comprobado cómo su estado de ánimo ha ido menguando a lo largo de los días y semanas, hasta estar a veces insoportable por no poder hacer vida normal, como ir a su puesto de trabajo o al gimnasio. Yo lo he visitado cada semana, con mi madre, para verlo en Peñarroya o Córdoba. Su cara lo decía todo: se dañó el hueso que separa las dos caderas y tuvo que ir en silla de ruedas. Todo era nuevo para él, encontrarse en aquellas circunstancias. Hacía de tripas corazón y lo he vivido yo también en primera persona. Cuando todo va bien, la vida nos pone a prueba. Por eso, mi enfermedad no es un problema, sino al revés, una lucha permanente por salir de ella con la mayor de las sonrisas, y la sombra de la recaída, que por el momento no he tenido. ¡Toquemos madera!
Por eso, cuando la vida me va como ahora, así de bien, no obstante, tengo los pies en el suelo y la cabeza bien amueblada. Lo que nunca voy a olvidar es que mi caída a los infiernos me ha hecho crecer como persona, y si alguna vez vuelvo a caer, será por otro problema distinto al actual. Espero que nunca caiga como aquel día de finales de julio de 2013.
Mi pasión por escribir, leer libros y prensa, y escuchar la radio y música me han hecho llevar todos estos años mi vida de una forma natural, como si nada hubiera ocurrido. Los tropiezos son habituales en personas inseguras, y yo en alguna época de mi vida me he sentido inseguro, con la actitud de un adolescente permanente. Recuerdo que en plena adolescencia, con la enfermedad de la anorexia en su máximo esplendor, le propiné un puñetazo al ayudante del entrenador de mi equipo de balonmano por una niñería. Él me dijo una nimiedad y yo lo tomé muy a pecho por una actitud que tuve en el calentamiento previo a un partido, y sin más, me abalancé sobre él, le propiné un golpe en su cara, le rompí las gafas y le dejé marcada la huella de sus gafas en su rostro. No me siento muy orgulloso de aquel gesto y no es ningún ejemplo para los que se encontraban allí presentes. Fue una falta de respeto para él, para el resto del equipo y para los espectadores que iban a ver el partido.
Nos bastarán dos simples canciones para que el mundo se paralice y comprendan que todos queremos llegar a ser lo que no fuimos, y de alguna manera, mantener todo en su sitio sin toque de queda, ni redada en nuestra morada. Quiero ser tu estribillo y navegar a solas en busca de un mensaje en la botella que anuncie el final de la batalla, sacar la bandera blanca y retirarnos como Los Últimos de Filipinas.
Por las calles suena el ruido de la gente manifestándose y queriendo llevar la voz cantante. Pero cuando vamos de regreso a casa, activamos la resiliencia y nos acostamos con la más miserable soledad de la noche, con cena previamente recalentada del mediodía y televisión catódica, cinéfila o «seriemanía» hasta las tantas.
Nos acordamos del contrario cuando pierde, y cuando gana nuestro adversario, ¿nos alegramos? Pues para mí es un honor saber perder. Lo que nunca haría es reírme en la victoria ni en el contrario, porque el contrincante siempre vuelve. Si no, que se lo digan a Pedro Sánchez y al PSOE, de estar en las últimas a estar actualmente en la cresta de la ola, o al Real Madrid. Los grandes siempre vuelven, como el Partido Popular también. Simplemente pasan un tiempo en la travesía del desierto hasta que alcanzan de nuevo su sitio y su trono. Eso solo les pasa a los que están tocados por la varita mágica, como Rafael Nadal, Roger Federer o Novak Djokovic. La vida es una constante subida y bajada, y viceversa.
Las personas también pasan por distintas etapas a lo largo de su vida, pasan rachas buenas y otras malas. Por eso hay que saber perder, y estar con una higiene mental limpia y abierta tanto al éxito como al ostracismo. Hay que llevar una vida de deportista de élite, estricta, con la mentalidad de que en la vida solo se vive una vez, y que llegar siempre el primero no es denominador de siempre ser el ganador, porque habrá otro por encima tuya que en la «photofinish» habrá llegado el primero.
La procesión siempre va por dentro y tenemos que estar atentos, porque el tiempo es muy poco para poder escoger la ruta perfecta. Si yo escogiera la ruta, sería el camino hacia la felicidad. Esa felicidad que se encuentra uno a lo largo del día, esa llamada que debemos hacer a alguien para sentirnos felices, ese rinconcito donde pararnos a descansar y quedar lo más liviano posible con nuestros enemigos y errores procesados a lo largo de nuestra vida. Como he dicho anteriormente, esta vida solo se vive una vez, y hay que vivirla intensamente.
A lo largo de mi vida he cometido errores, he sentido el fracaso en todos los sentidos. El cambio invertido en el rumbo de mi vida me ha ido como anillo al dedo y he conseguido llegar al zenit de mi escalafón, a la pirámide de Maslow de mis necesidades, y encontrar en la sencillez la herramienta para encontrar la salida hacia mi felicidad. Rodeado de mi familia y amigos, he encontrado lo que antes no tenía, que era ser YO MISMO.
INTENTA Y FALLA, PERO NUNCA FALLES EN INTENTARLO
–JARED LETO–
Me expreso conmigo mismo, y con los lectores y lectoras en exclusiva de Infoguadiato.
¿Y tú, te expresas junto a mí?
¿A qué esperas para saborearla?
Infoguadiato y El Periódico de Peñarroya Pueblonuevo Valle del Guadiato, fomentando y visibilizando siempre temas de la salud mental.
Sergio Delgado Cintas
Gracias Sergio por ser valiente, por dar visibilidad a todas esas enfermedades de las que no se habla, o se habla bajito, que no se conocen y que pensamos que al no nombrarlas, van a dejar de existir.
Tenemos miedo a lo desconocido, a lo que no comprendemos, así que con la visibilidad que le das a las enfermedades mentales, las llenas de normalidad y haces que los que hemos padecido, o podamos padecer alguna de estas enfermedades, las entendamos y las podamos integrar sin miedo ni complejos cada vez más en nuestra vida.
Con tus palabras, das calidad de vida, sanas, contribuyes a la integración y lo más importante llenas de esperanza a un colectivo de personas que necesitan más que nadie el apoyo de todos nosotros.
Gracias a tu gran labor y por supuesto al gran trabajo de todos los profesionales que integran el equipo de salud Mental de nuestra Área Sanitaria y que en estos momentos se encuentra gravemente mermado por la falta de profesionales, con todo el detrimento y abandono que supone para la Salud Mental de nuestra Comarca.