Pasadas ya unas semanas de reflexión sobre esta cápsula, he experimentado una serie de inseguridades y miedos que me han llevado a cuestionarme profundamente sobre dos aspectos fundamentales de nuestra existencia: la vida y la muerte. Estas últimas semanas he estado pensando en estas dos premisas inevitables; ninguno de nosotros elige nacer ni tampoco morir, aunque a veces sí podemos elegir la forma de morir. Sócrates, el gran filósofo griego, creó el método socrático para buscar respuestas a las preguntas que se hacía sobre la vida, y como herramienta desarrolló la Mayéutica, que consistía en responder a las preguntas de sus alumnos.
Mis preguntas, como alumno de Sócrates, incluyen una crucial: ¿Por qué la mente a veces nos lleva a un estado de desesperación que no nos permite vivir la vida en toda su belleza y neutralidad, llevándonos a considerar el suicidio? En este contexto, la eutanasia se ha vuelto un tema relevante en el siglo XXI. Pueden llamarme tradicional o conservador, pero estoy en contra de acortar la vida de alguien que sufre una enfermedad irreversible, ya sea física o mental. La vida es mucho más que eso, y no creo que acortar una vida contribuya de alguna manera a mejorar la salud mental de la sociedad.
El rechazo a la vida no entra en mis planes; me gusta seguir luchando hasta el final, venga lo que venga. Aquí estoy para afrontarlo, y tal vez no nos damos cuenta de una cosa: el deseo de vivir y luchar por la vida también es una forma de expresar amor por ella. La vida, que un día nos fue dada por Dios, es el mejor regalo que hemos recibido, y vivirla plenamente sin acortarla prematuramente es esencial. La mente humana es complicada y no podemos entrar en cada una para decir: «Ánimo, puedes con todo». El pasado es irremediable y nadie posee la verdad absoluta ni el pensamiento único, pero sí puedo decir que vivir es fantástico. Cada día que me despierto es una oportunidad para disfrutar y compartir con los demás.
Tal vez ciertos estereotipos de vida no son aconsejables, pero llevar una vida emocionalmente plena y equilibrada nos hace estar más en paz con la idea de la muerte. Reflexionar sobre lo que hubiéramos sido en el pasado y ser conscientes de lo que somos en el presente nos hace entender lo que seremos en el futuro y recordar que siempre hemos sido «Hijos de la Vida». Si me llamas iluso por ver la vida de esta manera, es porque he pasado de ser un pesimista a un optimista indestructible, viviendo la vida de una forma inexplicable pero maravillosa.
Mis plegarias van más allá de la muerte, porque allá donde esté, deseo que esta cápsula sirva para los más derrotistas. Todos somos humanos y quizá ahora no lo vean, pero la vida se trata de progresar y avanzar por un camino con altibajos, resistiendo los golpes y manteniéndonos en pie, como un buen boxeador, para no caer desplomados. La vida puede ser a veces cruel, pero los momentos de felicidad son más grandes que los de tristeza. Por eso, nunca me apartaré de la vida hasta que Dios lo decida. Una vida natural, sin aditivos ni ingredientes tóxicos, nos permite comprender que nuestra existencia es inmortal; nosotros nos vamos, pero nuestra alma permanece en la Tierra, y esa esencia es la salsa de la vida, el principal valor de cada persona.
¿A qué esperas para vivir hasta el final? ¿Te atreves a ir de la mano con la vida?
«La vida puede ser corta o larga, pero es maravillosa.»
M´EXPRESO. ¿Y tú? ¿Te expresas? ¡Disfruta de esta cápsula pro-vida y date un chute de energía!
Sergio Delgado Cintas
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