Llegó la hora de contar la verdad. Te prometo que este relato es cierto y no es ficción, tan cerca como tan lejos de una realidad que tal vez me falten palabras para poder describir. Llevo veinte años buscando mi momento, esperando que algo cambie y ponga rumbo hacia lo que uno llama formar un proyecto de vida o, para que todo el mundo me entienda, darle sentido a mi existencia, logrando una rutina laboral con independencia económica y familiar.
Espero ese momento en el que cambie el chip, aunque no sea ahora mismo. En este ciclo de la vida no cabe estar hundido ni rendido. Los tiros de estas balas van en la misma dirección; huele a revolución. Sin embargo, caigo en la trampa de los años perdidos, que, para ser más exactos, ya van camino de veinticuatro años, donde el ayer se ha convertido en realidad.
Es una genuflexión constante esto de vivir en un irreverente protocolo, donde soy un almirante más de este barco en el cual las leyes de la vida juegan un papel primordial y a las que siempre he llegado tarde. Como en la película de Tom Hanks, «Náufrago», me he sentido bastante solo en la vida, a veces por mi forma de ser y otras por las tendencias que marcan las modas de la existencia.
Todavía estoy en plena búsqueda de mi «yo personal», conjugando palabras tan necesarias como «necesitar» y «ayudar». Es una tarea difícil y ardua encontrar trabajo en estos momentos. Tenemos la hoguera encendida para quedarnos inmóviles y convertirnos en meros personajes que no quieren evolucionar en una revolución cada vez más inexacta. Aunque las matemáticas no fallen y se oculten datos esenciales, surge la pregunta más elocuente: ¿es esta soledad consentida?
Una y mil veces, ya van camino de veinticuatro años, esta soledad se ha hecho crónica. Sin embargo, los valores que atesoro han ido evolucionando y están en alza, aunque los lobbies y el parqué están expectantes para nutrirse. Mi soledad emocional se ha convertido en mi modo de vida, porque cada día la vida se va terminando, y busco cobijo en estas cuatro paredes que son el vehículo y el presagio de que, desde el año 2001, nada ha cambiado y cada año somos más viejos, que no más sabios, ya que vamos perdiendo facultades importantes, como el amor por vivir y darle sentido a nuestras vidas, empezando por la mía.
Todavía estamos a tiempo de entender que mi soledad ha sido buscada, pero no deseada. Los años perdidos siempre vuelven, están ahí, aunque siempre jueguen malas pasadas.
M’EXPRESO CON UNA CÁPSULA MOTIVADORA Y EMOCIONALMENTE ENRIQUECEDORA
Y TÚ, ¿TE EXPRESAS?
¡¿A QUÉ ESPERAS PARA LEERLA Y PODER OBSERVAR QUE LOS AÑOS PERDIDOS, QUIZÁS TÚ TAMBIÉN LOS HAYAS VIVIDO?!
SERGIO DELGADO CINTAS
0 comentarios