Semana a semana cuando me siento a hacer estos picotazos lo primero que hago es otear el horizonte de eso que llamamos realidad, sentir la duda acerca de qué tema elegir para escribir en clave de reflexiones para compartirlas con ustedes a través de esta página web; son tantos los temas que suscitan en mi interés, atención…. Fíjense, la valentía de Sudáfrica que nos saca los colores a los demócratas, la vuelta de Trump que en realidad nunca se fue, la poca vergüenza ( en realidad, poca democracia) del espionaje de pegasus a instituciones catalanas, la constitucionalidad de la amnistía como moneda de cambio, el ascenso y caída de Podemos en tan solo diez años, los cambios irreversibles en el clima ….
Todo llama mi atención pero nada tan humano, sensible y conmovedor como el consenso encontrado para modificar nuestra Constitución cambiando una sola palabra para que donde pone disminuidos ponga personas con discapacidad. La redacción original del art. 49 de la Constitución dice: “Los poderes públicos realizarán una política de previsión, tratamiento, rehabilitación e integración de los disminuidos físicos, sensoriales y psíquicos, a los que prestarán la atención especializada que requieran y…..” tralará tralará , ya me entienden.
No me negarán que es un día histórico, un cambio terminológico que puede, que debe suponer un importante avance en la percepción sociopolítica de la discapacidad. Nada menos que dejar de considerarnos ( yo me incluyo porque cantidad de veces en mi vida me he considerado surnormal profundo como Manu Sanchez),dejar de considerarnos personas enfermas, desvalidas, minusválidas….dignas de lástima. Una palabrita, sí, pero una palabra que supone tenernos en cuenta como individuos y como colectivos. Las palabras son muy importantes pues nos llevan a lugares precisos, a una identidad no reconocida ni valorada socialmente. La palabra es el verbo, no lo olviden. Dice el Evangelio según San Juan que “en el principio fue el verbo…y el verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”.
Ante la reforma del artículo 49 de la Constitución, el escritor Alex Grijelmo nos advierte de que toda palabra delicada que sustituye a otra que se desprecia como ofensiva acaba volviéndose ofensiva a su vez, transcurridos unos años. Para decir esto él se apoya en la teoría del efecto dominó que se produce con los eufemismos; efectivamente, discapacitados suena mejor que disminuidos o minusválidos. La poesía, las palabras bellamente dispuestas, pueden ser , efectivamente, o bien un arma cargada de futuro como decía Celaya o ser pasto de la táctica moderna de lo políticamente correcto.
Fijémonos por ejemplo en la palabra “viejo” ,una expresión de respeto que se convirtió en peyorativa, y se sustituyó por “anciano”, que tiempo después también dejó de gustar. Se inventó entonces lo de “personas de la tercera edad”, que igualmente se volvió inadecuada. Y ahora nos llaman “personas mayores” o “nuestros mayores”. Y seguimos siendo discapacitados todos, por supuesto.
Ojito pues, que de mongolos pasamos a retrasados, de retrasados a subnormales, de subnormales a minusválidos, de minusválidos a disminuidos, de disminuidos a personas con discapacidad a partir de hoy mismo, pero aún no hemos llegado a lo definitivo : que nos llamen personas con diversidad funcional que , en realidad , es lo que verdaderamente somos todos y todas. ¿ O ustedes no se consideran torpes, lentos, piraos, negaos, zopencos, ennortaos…? Yo es lo que más veo a mi alrededor.
Reformar la Constitución para evitar cualquier daño a quienes merecen toda nuestra atención y empatía es una iniciativa loable. pero el asunto está en que las palabras remiten a conceptos y los conceptos hay que creérselos en principio y luego actuar en consecuencia. Y aquí tendremos la piedra de toque. Siempre cito, llegado a este punto, a Romanones que solía decir : “hagan ustedes las leyes que yo haré los reglamentos”. Gobierno de España, quedamos a la espera. Atentos.
Enrique Monterroso Madueño
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