Dicen que, de bien nacido, debes ser siempre agradecido. Ese refrán es tan verdadero que, en estos tiempos más convulsos que estamos pasando, en mi persona siempre está presente dicho refrán. La felicidad no se puede medir, y tampoco tiene precio; es incalculable. Siempre he creído que nunca sería feliz, que siempre me faltaría algo para serlo, pero eso es una mentira. Para ser feliz se necesita bien poco. En mi caso, tengo un núcleo familiar y de amistades excelentes, y con todo eso me sobra. Junto a la salud, son las dos cosas más importantes que valoro en el día a día y en la vida misma.
Algunos dirán que soy un hipócrita porque el dinero también da felicidad, que sin dinero no vas a ninguna parte o no se te abren puertas. Todo es relativo y, a la vez, preciso. Claro que si no tienes cinco euros en el bolsillo no puedes hacer nada, pero si te obsesionas con el dinero, puedes acabar perdiendo el gusto y el placer por la vida, que se encuentran en las relaciones personales y físicas: con tu madre, padre, hermanos, demás familiares, amigos y pareja. Todas esas cosas no se compran con dinero.
Antes pensaba que haciendo mucho deporte sería mejor persona, que físicamente caería mejor a la sociedad, que llegaría muy lejos y que mi familia y amigos me querrían más. Otra vez, estaba equivocado, errático, por enésima vez. Las personas, como la familia y los amigos, te valoran igual, seas más alto, bajo, gordo o flaco. Lo que tenemos que intentar es ser cada día mejores personas y no comportarnos como personajes de ciencia ficción.
Los problemas estarán ahí siempre, por una causa o por otra, pero lo que siempre estarán en lo bueno y en lo malo es tu familia y los amigos de toda la vida. Por lo tanto, estoy muy agradecido desde hace tiempo a la vida por darme otra oportunidad de saborearla, de tener una estabilidad que nunca había tenido. Soy un privilegiado por llevar una vida sana y segura, por haber vuelto a retomar lo que más me gusta, como leer y escribir, por sonreírle a la vida, por ponerme el mundo por montera y reírme de mí mismo. La vida no es solo cosa de uno, sino también de los que te rodean. Como me dijo una persona experta en la materia en mis momentos más duros: «Esto es como una casa que se incendia y hay que volver a reconstruirla poco a poco». Aquellas sabias palabras de hace once años, hoy en día, se han materializado. La casa está construida de nuevo, con cimientos y vigas irrompibles, y es nuevamente habitable, espero que hasta el fin de mis días.
Me tomo la vida con deportividad, como deportista que he sido y sigo siendo, aunque ya no lo practique como antes. Porque la vida es muy amable y me tiene preparados momentos memorables. Juntos somos más fuertes, somos esa barrera protectora que nada ni nadie va a detener. Yo sonrío a la vida, y la vida me sonríe a mí. Tómate la vida con calma y sé feliz a tu manera. Gracias a todas aquellas personas que han contribuido y forman parte de mi vida. Sin ellos, no estaría escribiendo estas líneas como modo de agradecimiento y tributo, tanto en mi recuperación y evolución personal, como en lo feliz que estoy de estar a gusto y en paz conmigo mismo y con los demás.
Esta cápsula emocional me ha servido para darme cuenta de que el único que estaba equivocado con la vida era yo, y he llegado justo a tiempo para reengancharme a ella.
M’EXPRESSO ¿Y TÚ? ¡LÉEME Y SABOREA ESTA CÁPSULA EMOCIONAL, TÚ FORMAS PARTE DE ESTA NUEVA ENTREGA!
EN EXCLUSIVA PARA LOS LECTORES Y LECTORAS DE INFOGUADIATO
SERGIO DELGADO CINTAS
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