Simone Klein Ansaldy, más conocida como Simone Ortega, nacida en Barcelona y fallecida en Madrid en el año 2008, fue una conocida autora de diversos libros sobre cocina española. El más famoso de ellos es “1080 recetas de cocina”, uno de los libros más vendidos en España, con 3,5 millones de ejemplares desde su publicación. De familia francesa (alsaciana), su verdadero apellido era Klein; sin embargo, firmaba con el de su marido, el empresario editorial José Ortega Spottorno (hijo de José Ortega y Gasset), quien creó Alianza Editorial en 1966 y el Grupo Prisa en 1972. En el año 1987, Simone recibió el Premio Especial de Gastronomía. Compaginó la escritura de sus libros con las labores de docencia en un instituto de enseñanza secundaria en Madrid. En la última etapa de su vida, colaboró en programas radiofónicos y escribió en revistas como ¡Hola! En sus últimos libros de cocina colaboró con su hija Inés Ortega Klein, quien ha continuado la carrera de su madre escribiendo diversas obras sobre el arte culinario.
Finalizada esta presentación de esta gran persona y escritora culinaria, además de ser una excelente cocinera, un servidor se va a lavar bien las manos y a mantener toda la cocina limpia e higienizada debido a la situación que nos tocó vivir, como fue el Covid-19, también conocido como el Coronavirus. Vamos a realizar una nueva receta; esta vez vamos a escoger una de las recetas que escribió la gran Simone Ortega. Después, vamos a digerir la receta con otra receta emocional de las que os muestro casi a diario semanalmente y que, con tanto cariño, escribo en exclusiva para los lectores y lectoras de Infoguadiato.
Esta vez la receta emocional lleva el título “Yo no me doy por vencido”, haciendo hincapié en el tema principal: que jamás, bajo ninguna circunstancia, hay que darse por vencido. Finalizaremos con una nueva historia conmovedora que tengo en mente. Ya tengo la placa de inducción encendida. ¡Vamos, manos a la obra! En esta ocasión vamos a cocinar un plato que nos despertará nostalgia, uno de los miles de recetas de Simone Ortega: Caldo Gallego.
Si hay algún plato que pide cocinar a fuego lento, es sin duda los pucheros tradicionales, como este caldo gallego, sencillo potaje de hortalizas y carne de cerdo, típico de Galicia. No hay casa de pueblo gallega en la que no se perciba su aroma, sobre todo en un día de frío. Tradicionalmente, este caldo se prepara con grelos, una verdura que son las hojas de los nabos antes de la floración, con un sabor muy peculiar y un punto amargo muy singular y atractivo para algunos platos. Aun siendo una verdura típica de Galicia, actualmente es fácil de encontrar en fruterías especializadas o tiendas de productos gallegos en el resto de la península. Si os resulta difícil encontrarla y aún así queréis preparar el caldo, se pueden sustituir por repollo o berza gallega.
Voy a proceder a daros los ingredientes para cuatro personas:
- Habas pequeñas: 150g
- Patatas: 500g
- Grelos: 1 manojo (500g)
- Hueso de espinazo de cerdo: 1 grande
- Lacón: 250g
- Chorizo fresco: 2
- Unto (tocino de cerdo salado): 50g
- Sal al gusto
Cómo hacer caldo gallego
Dificultad: Fácil
Tiempo total: 2h 15 minutos
Elaboración: 15 minutos
Cocción: 2h
Poner en remojo las habas la noche anterior y el lacón, si es salado, en agua. En una olla grande y alta, echar dos litros de agua con un poco de sal y poner a cocer las habas con la carne durante una hora y media o hasta que estén blandas, pero no deshechas. Pelar y cortar las patatas rompiéndolas con el cuchillo, no con un corte limpio. Echarlas en el caldo junto con los chorizos y seguir cociendo todo junto. Mientras tanto, añadir el trozo de unto. Lavar la verdura y partirla en trozos pequeños. Cocerla con el resto de los ingredientes. Cuando esté cocida, rectificar de sal y dejar reposar un rato antes de servir.
Con qué acompañar el caldo gallego
El caldo gallego es ideal para un día frío, acompañado de un buen tinto gallego y un trozo de pan del país. Este caldo, cocinado a fuego lento, mejora mucho de un día para otro, ya que los sabores se combinan y, siendo un potaje muy sencillo, resulta un plato exquisito. Os recomiendo que os decidáis a hacerlo, pero sea como sea, no dejéis de visitar Galicia y probarlo en cualquiera de sus restaurantes. Como buen “Chef Emocional”, el Caldo Gallego está listo para calentarnos el estómago y las emociones.
Después de saborear este plato, toca un segundo plato, nuestra receta emocional: “Yo no me doy por vencido”. Jamás en la vida pensé en la dimensión que iba a tomar este proyecto que inicié hace casi un par de años, cuando empecé a colaborar con dos periódicos locales. Ahora se ha unido un nuevo medio para mí: mi página web personal, valledelguadiato.es. En esta página podéis encontrar toda la información y noticias culturales y sociales de la comarca del Valle del Guadiato. Como he escrito, en esta página web va a predominar y fomentarse la Salud Mental y el Bienestar. Estos serán los temas centrales en los que se centrará la página.
En esta receta emocional, que me toca un poquito más la fibra, nunca me di por vencido, ni cuando me diagnosticaron la enfermedad mental, ni ahora que estoy estable. Siempre estaré agradecido a mi familia y amigos, que me enseñaron que el camino de la curación está en querer dejarse ayudar, poner de uno mismo y seguir adelante. Sin dejar de lado el apoyo incondicional de los profesionales en salud mental, sin ellos, yo me habría dado por vencido.
Como podéis observar, ya llevamos muchas y diversas cápsulas emocionales de M’Expreso. Hoy os presento una nueva sección de artículos emocionales e historias que indagan en cada tema central sobre el cual escribo. A partir de hoy, he titulado estas series de columnas como “La Cocina de las Emociones”. Con este primer artículo, titulado “Yo no me doy por vencido”, conoceréis de qué se tratan estas series de artículos. Conozco a personas cercanas y otras no tan cercanas que tampoco se dan por vencidas, y tengo como reto acabar este proyecto como otro objetivo más que me he propuesto. Jamás pensé que este proyecto tomaría tanta dimensión.
Este proyecto está enfocado para todos los públicos, pero en especial va dirigido a todas aquellas personas que tienen o han pasado por una enfermedad mental. Les mostramos las herramientas adecuadas para llevar con optimismo su enfermedad y tener una vida lo más agradable posible. ¡Si yo puedo, tú también puedes! Lo que sí tengo claro es que a esta vida se viene a reír y también a llorar, pero lo que no se puede evitar es que, por circunstancias de la vida, se viene a luchar y a no bajar los brazos. El sufrimiento a veces nos lleva a conocernos verdaderamente, a saber capear los malos momentos y a descubrirnos como personas. En esos casos, nos hace sacar lo mejor de nosotros mismos.
Nunca hay que darse por vencido. Practicar deporte, conectarse con la naturaleza y llevar una dieta saludable complementan y actúan como escudo humano ante ataques mentales o miedo a no estar a la altura de cualquier episodio cotidiano. Lo mejor del ser humano es que la sociedad juega un papel fundamental ante cualquier obstáculo y nos sirve de apoyo para seguir adelante. Debemos pensar que quizás ya hemos superado situaciones más difíciles y que por lo tanto debemos salir adelante con determinación.
Para finalizar, vamos a por el postre: la historia que os voy a narrar es la de un chico que jamás se dio por vencido. Es una historia de superación y es verídica.
Enrique Fernández Paredes, un chico de veintitantos años, fue diagnosticado con diabetes a los tres años. A sus padres se les vino el mundo encima desde ese día. Su madre comenzó a inyectarle la insulina, y desde los doce años aprendió a ponérsela él mismo. En la escuela eran frecuentes sus bajadas y subidas de azúcar, y su madre acudía a ponerle la insulina. Deportista nato, le gusta el ciclismo y la ornitología, en cuyas aficiones ha acumulado muchos trofeos y diplomas. En plena infancia sufrió un duro revés: la separación de sus padres. Vio cómo su hermana Ainhoa y él se quedaron a vivir con su madre. Terminó la educación secundaria e hizo un ciclo formativo de grado medio de electricidad, el cual finalizó con muy buenas notas. Como en su pueblo no podía cursar el grado superior de electricidad, decidió hacer la prueba de acceso en otro instituto de otra comunidad autónoma, pero cercana a su pueblo. Entre tanto, se sacó el carné de conducir y ahora mismo está trabajando en una gran empresa como instalador electricista. Aunque está fuera de su municipio, vuelve todos los fines de semana. Su vida no ha sido fácil y, si algún día llega a lo más alto, será porque se lo ha ganado con esfuerzo y sacrificio, sin rendirse jamás. Desde estas líneas le doy todo mi apoyo y gratitud por ser un referente en mi vida, por ser valiente y tener la cabeza bien amueblada para la edad que tiene. ¡Suerte, Enrique, en tus futuros proyectos! Espero que leas este artículo en tu honor. ¡Va por ti, Enrique!
Einstein definió a los bailarines como “atletas de Dios”. Yo defino estas series de columnas, “La Cocina de las Emociones”, como “bendita locura”. ¡Súmate conmigo, juntos somos más fuertes!
Delgado Cintas
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