Hay momentos en la vida que dejan una impresión imborrable en nuestro corazón, días y fechas que atesoramos como tesoros invaluables, llenos de alegría y gratitud por haber vivido experiencias tan especiales. Estos momentos se convierten en recuerdos que siempre están presentes, irradiando felicidad en nuestras vidas.
Desde temprana edad, cuando aún éramos niños con apenas unos años de vida, comenzamos una jornada de atención dedicada al cuidado de una personita pequeña. Con el tiempo, esa personita comenzó a explorar el mundo que le rodeaba y a soltarse poco a poco para abrazar la vida. En esos momentos, nació un vínculo especial, un lazo de cariño que se forjó día tras día a través de la atención diaria.
La dedicación con la que cuidábamos a esa persona, asegurándonos de que no le faltara nada, era evidente en cada gesto, en cada palabra y en cada muestra de cariño. Este compromiso se convirtió en una parte esencial de nuestras vidas, y a medida que los años pasaban, el cariño y el amor que sentíamos se fortalecían aún más.
El momento cumbre de esta relación llegaba cuando, cara a cara, compartíamos conversaciones y risas con esa persona a la que habíamos cuidado con tanto amor. Ver sus ojos llenos de lágrimas de emoción al escuchar nuestra voz era un momento de puro asombro y emoción. A lo largo de los días compartidos, siempre procuramos ofrecerle un cuidado excepcional y un trato maravilloso.
Estos valores y actos de amor y dedicación se manifestaron de la manera más genuina y con un afecto imposible de olvidar. María Murillo y su hermana desempeñaron esta labor con dignidad y pasión, y hoy en día son merecidamente reconocidas con amor, respeto y alegría. Tuvieron la oportunidad de revivir esos momentos que quedaron grabados en la memoria de Felicia López de Lerma y Pérez de Gracia, quien experimentó el cariño y el afecto desinteresado de estas dos maravillosas mujeres belmezanas.
A pesar de haber residido en una ciudad diferente durante más de cincuenta años, ese tiempo de enseñanza y cariño siempre estuvo presente. En este emotivo encuentro, la felicidad fue completa. Queremos agradecer a Luisa y María por el amor y la dedicación que le brindaron a Felicia. Fue un regalo inmenso y un testimonio de la importancia de escuchar a nuestro corazón y actuar con amor y bondad hacia los demás.
Daniel Solano Sújar
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