Junts no define los presupuestos, amigos y amigas. Todos los partidos de ese arco parlamentario definen los presupuestos
Conocemos bien el chantaje con el que este gobierno busca mantenerse en el poder, pero no para cumplir lo prometido ni para impulsar políticas de izquierdas sino, por el contrario, aplicar políticas de derechas. Ese chantaje malmenorista con el que nos piden que nos quedemos calladas, que no hagamos ruido y casi casi nos piden que ni marchemos por la vivienda o contra el genocidio contra el pueblo palestino porque, cito, “da alas a la ultraderecha”. Esa política del chantaje lleva siendo protagonista demasiado tiempo e, insisto, es eso: chantaje. Una forma de llevar la renuncia política a un nuevo nivel. Ahora ya no sólo te dicen que hay cosas que no se pueden hacer o que hay nombres que no debes decir (como Antonio García Ferreras o Florentino Pérez), sino que directamente cualquier muestra de rechazo, de indignación y de oposición en tiempos de régimen de guerra o de genocidio es -vuelvo a citar- hacerle un favor a la ultraderecha.
Hay quien dirá que los chantajistas de la política (que vienen desde las “izquierdas”, ojo con eso) tienen temor. Que su análisis político -a todas luces derrotista- responde al miedo que les da que las cosas se pongan peor, pero seamos honestos, amigos y amigas de El Tablero: ¿no estamos hablando de la más clara muestra del apoliticismo? ¿Para qué hacemos política si no es para cambiar las cosas? ¿Para qué hacemos política si no es para denunciar lo que es injusto? ¿Para qué hacemos política si no es para demostrarnos, incluso a nosotros mismos, que nuestras vidas tienen un sentido porque queremos un país mejor y un mundo mejor?
Creer que este gobierno con sus propuestas de derechas, con su baja flexible, sus políticas migratorias racistas, su Ley Mordaza antidemocrática, sus políticas de vivienda a favor de los rentistas, su política de gestos vacíos en tiempos de genocidio, su inversión en armas para Ucrania a la par que se llenan la boca hablando de paz mientras financian la guerra, su hipocresía al decir que no se debería comerciar armas con Israel mientras siguen haciéndolo y además ofrecen puertos y costas a embarcaciones que llevan esas armas y municiones a las manos del ejército genocida israelí, es una posición política desde el más absoluto privilegio. Creer que es mejor esto que luchar por algo distinto sólo puede existir en la cabeza de quienes tienen ciertas cosas muy resueltas. Porque quienes de verdad no duermen por no saber cómo pagar el alquiler, quienes no saben si sus familias en Oriente Próximo siguen vivas o no, quienes tememos a una redada por perfil racial en la estación de Metro, no podemos darnos el lujo de creer que este mundo como está y que este gobierno hipócrita son lo mejor que podemos tener. Porque así nos condenaríamos al silencio, a la injusticia, al dolor y a la muerte.
Es precisamente porque sabemos que la política es la única herramienta que tenemos para cambiar las cosas que no estamos dispuestos a aceptar ni las migajas hipócritas del PSOE ni de su socio silencioso de gobierno, pero tampoco los chantajes de sus portavoces en el poder mediático que no sabe qué hacer para silenciar la resistencia que en España se está expresando de múltiples formas. No todos somos iguales porque algunos sabemos bien que luchar no es una elección, sino una forma de vida cuando no nos acompañan los pisos que podemos heredar de papá ni los apellidos compuestos ni el DNI español.
Y por eso es tan importante el debate que se abre con respecto a los presupuestos porque plantea un debate más importante que el de las cuentas que proponga Moncloa: el debate es sobre disputa política e ideológica; sobre la renuncia que algunos están dispuestos a hacer, agachando la cabeza y pasando por el aro del bloque del régimen que les dice que sobre algunas cosas “no hay nada que hacer”; y sobre la valentía para poner pie en pared y recordarle al mismísimo Presidente del Gobierno que si lo es, es por esa aritmética parlamentaria que lo permite. Es decir, por cada voto que le permite a Pedro Sánchez gobernar.
Nos llevan diciendo mucho tiempo que los presupuestos dependen de los votos de Junts. Esto es tan cierto como tramposo y aquí la paradoja: es verdad que Junts define los presupuestos con sus 7 votos, pero exactamente igual que esos 7 votos de Junts, el Gobierno necesita los 7 votos de Esquerra Republicana o los 6 votos de EH Bildu. Ah, y esos 4 votos de Podemos que este fin de semana ya han anunciado que sólo conseguirán si cumplen dos condiciones: romper relaciones con Israel e intervenir en los precios del alquiler. Junts no define los presupuestos, amigos y amigas. Todos los partidos de ese arco parlamentario definen los presupuestos. Es igual de necesario el voto de Miriam Nogueras que el de Ione Belarra, y por eso la clave no está en poner el foco sólo en Puigdemont y el grupo que le representa en las Cortes porque eso es precisamente el debate en el que nos quiere encerrar el bloque de régimen. La clave está en saber notar y defender la propuesta que plantea cada grupo político dándole peso a cada uno de sus votos. Ojalá las izquierdas y los progresismos diversos, pese a los matices y diferencias incluso ideológicas, entiendan que la disputa es esa. Que si hacen valer sus votos con la firmeza que este momento requiere, podemos no sólo lograr unos presupuestos donde el PSOE se vea forzado a firmar cosas en las que no cree –como hizo en la anterior legislatura–, sino sobre todo para recordar que hacer política supone eso: recordar que si tienes un voto tienes poder, pero que en esta legislatura en concreto, en esta compleja aritmética parlamentaria, no sólo tienes poder, sino el deber de plantear líneas rojas cruciales en tiempos de guerra, de genocidio y del retorno de desahucios por no poder pagar el maldito alquiler.
Debe ser descorazonador despertar cada mañana y sentir dentro la resignación desde que abres los ojos. Asumir que el bipartidismo es lo mejor a lo que podemos aspirar. Por suerte, no es ese el caso de la mayoría de este país que nuevamente nos demuestra en las plazas que no renunciamos a defender nuestros derechos. Es el deber de las instituciones estar a la altura de esas plazas y esas calles. Esa es la única unidad política que requiere estos tiempos: con quienes estamos poniendo pie en pared desde cada espacio en el que estamos y estamos llenando España de la dignidad que a esa Moncloa le falta por su hipocresía y su cobardía.
Laura Arrollo
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