Se cumple ahora, el 7 de octubre, un año de lo que quiero llamar y llamo genocidio en Gaza, en Cisjordania y estos días también en Líbano a manos del estado israelí. Las hayamos difundido o no, todos hemos visto imágenes estremecedoras, principalmente de niños y niñas palestinos decapitados, desmembrados, destrozados; de padres y madres aullando de dolor y pena por la muerte de sus criaturas, de hospitales desbordados, cuerpos mutilados, ríos de sangre y nubes de polvo que envuelven los rostros cada vez más demacrados de los gazatíes, para quienes no hay refugio ni descanso que les valga. ¿Cumple alguna función la difusión de esta serie por capítulos del terror? ¿Buscamos acaso a través de las redes despertar conciencias o levantar un dedo acusador para señalar la complicidad y la indiferencia de quienes hacen posible que Israel persevere en esta política criminal? Mi sensación es que no.
Pues bien, en tan infausto aniversario quiero invocar hoy la política de las emociones por el interés que tiene para resolver una pregunta inaplazable: ¿sirve de algo la difusión de imágenes explícitas de la tragedia en redes sociales? Y más concretamente, ¿sirve de algo reenviar constantemente vídeos de niños y niñas reventados por las bombas? Me lo pregunto porque yo mismo lo he hecho hasta que, en un determinado momento, he tenido la sensación de que debía detenerme y analizar, ¿esto por qué y, sobre todo, para qué lo hago? ¿No estaré con esto tapando mi inacción, mi cobardía, lavando mi conciencia?
Hay quienes han teorizado sobre el papel de las emociones en la resolución de conflictos armados o en el terrorismo, o en la emigración, o en las catástrofes de cualquier índole. Y llegan a la conclusión de que las emociones no son meros estados de la mente o manifestaciones psicológicas del individuo enfrentado con acontecimientos o cosas de una forma neutra, objetiva, sino que las emociones son prácticas culturales, formas de vida asociadas a los modelos que defendemos en nuestra vida y en la de los que consideramos nuestros iguales.
Las emociones no son neutras, sino que, por el contrario, nos definen ideológicamente al delimitar espacios y diferencias y al establecer distancias entre nosotros y los otros. Se es de aquello a lo que se pertenece, y se observa a los otros como quienes no forman parte de un nosotros, por lo que podemos sentir hacia ellos miedo o desconfianza. Precisamente, en este sentido, las emociones son utilizadas socialmente para legitimar y aceptar desigualdades sociales e injusticias. Pues eso es lo que creo que está pasando, que no percibimos la injusticia que se está cometiendo en Gaza cuya población musulmana es percibida -más ahora que a amplios sectores de opinión el racismo ya no les avergüenza- con miedo. No percibimos la injusticia porque, a pesar de serlo, no nos afecta, les afecta a los otros que no son de los nuestros. Aunque sigamos lloriqueando, cobardemente, hipócritamente.
Continuará.
Enrique Monterroso
Hay personas que al ver estas cosas no se creen que sigan existiendo estas guerras, nos produce un fracaso como personas ,nos crea dolor, indignación por no usar otra palabra, nos da pena ,es triste ver todo esto ,incluso a veces nos llega a afectar mentalmente y a reflexionar sobre como viven unas personas y como viven otras dejando al descubierto la enorme injusticia y desigualdad en el mundo actual. Sin ir mas lejos ocurre muy cerca de todos nosotros diariamente por una u otras circunstancias en nuestra particular «guerra de todos los días» que sin tener punto de comparación con lo que entendemos la guerra como tal si que podemos afirmar con toda la seguridad las diferentes guerras que existen ,de muy diversa índole y que no hacemos absolutamente nada porque entre otras cosas ¿que podemos hacer ante esos poderes? Se me ocurre ayudar a los mas desfavorecidos ,a las víctimas de esas diversidades de guerras existentes ,pero lo demás la violencia etc… ¿realmente se nos escapa de las manos o no no hacemos lo suficiente para erradicarlo? Se me ocurre que hacer manifestaciones puede ser una de las formas de protestar por estas barbaries que se cometen en el mundo actual lo mismo que se protesta por cualquier cosa que nos afecte en nuestra sociedad en el día a día ¿pero por qué no lo hacemos? Si todos protestásemos unidos por intentar parar estas y otras guerras, a lo mejor y digo, a lo mejor, se lograba su exterminio de la faz de la tierra .Pero no lo hacemos ,no nos conmovemos y si lo hacemos es en minoría, no nos implicamos todos lo suficiente ,está lejos de nuestro modo de vida ,pensamos que pronto se solucione pero pasan los días .los meses y los años y no se solucionan continúan «jugando a la guerra» no acaban nunca Ninguna guerra vale la pena, todos pierden excepto los que continúan haciéndola para defender esa guerra de intereses que casi nunca se acaban solucionando y cuando se soluciona surgen otros intereses ,otras guerras. El ser humano ,ese ser tan extraordinario capaz de hacer maravillas ,también es capaz de destruirlo todo e incluso destruirse asimismo,…la historia continúa ,la guerra también el ser humano como el peor virus que existe en la tierra ,pero también el único que es capaz de solucionar todos los problemas que él mismo se crea .Entonces ¿por qué no lo hace? Los egos ,a veces llevan a la desaparición de la persona como persona llegándolo a transformar como ser humano sin pensar que su historia puede llegar a no continuar…………y ahí estamos todos