No todo en este mundo está al alcance de todos, tampoco todos podemos ser médicos o abogados. Unos juegan en ligas menores y otros juegan en la Champions League. Yo ni soy médico ni abogado, ni juego en ligas importantes y profesionales. Yo juego en campos de tierra, donde a la más mínima caída te haces un buen sollón en las piernas y brazos o en otro sitio del cuerpo. En estos tiempos de estado de alarma y confinamiento que hemos pasado hace más de cuatro años, todos hemos jugado en campos de muy malas condiciones, empezando primero por los grandes protagonistas de esta pandemia, los sanitarios. Ellos han estado en primera línea de fuego jugándose el tipo por nosotros. Sin apenas material sanitario, se han jugado su pellejo por todos nosotros. Casi todos se han contagiado, muchos de ellos han fallecido. Espero que cuando todo esto pase no solo a las personas que han fallecido, sino a la Sanidad también se le haga un homenaje.
En mi caso, como enfermo mental en mi pueblo, la unidad de salud mental también se merece mi homenaje particular, tanto los psiquiatras, como psicólogos, como enfermería, sin olvidarme tampoco de los que están en administración. Todos ellos son mis héroes. En una de esas ocasiones, fui a consulta con mi enfermera y con el protocolo, me atendió con una facilidad y una predisposición como siempre, pero esta vez fue muy especial. Y a lo que iba, no nos merecemos la sanidad que tenemos. Es muy enriquecedor saber que tenemos a nuestro alcance una Sanidad Pública y gratuita que ningún país del mundo tiene, con unos avances científicos y curativos, o más bien, para paliar una enfermedad en concreto. Tampoco me quería dejar atrás a los cuerpos y fuerzas de seguridad del estado, ni a los voluntarios de protección civil, cruz roja, Cáritas o bancos de alimentos, ni tampoco de la labor tan encomiable que ejercieron los bomberos de mi pueblo, recaudando alimentos y productos de primera necesidad para las familias más necesitadas del pueblo.
Jamás pensé que durante ese confinamiento sería capaz de llevarlo tan bien, aunque jugaba con ventaja: sé lo que es estar encerrado, entre comillas, en un hospital durante un periodo de tiempo. Pero lo que sí aprendí en estos casi dos meses de confinamiento es a apreciar más a la familia y a lo que tengo a mi alrededor. Siempre me he apoyado en ellos, pero esta vez ha sido al revés: ellos se han apoyado en mí. Una vez más, como siempre, me mostraron su confianza y les ofrecí toda mi confianza y responsabilidad, aunque en alguna época de mi vida no se lo haya podido ofrecer por circunstancias de la vida que a cada uno nos toca vivir en ciertas etapas de nuestras vidas. Lo que nunca quiero es hacerle daño a nadie y ahora vivo mi vida plenamente feliz.
Retomando la desescalada que iniciaron en su momento, diré que un país lo formamos todos, desde una gran empresa hasta un humilde autónomo de una tienda de barrio, y que sin todas aquellas personas que formamos el país todo se iría al garete. Por ello, conservemos todo lo que esté a nuestro alcance y no sintamos miedo en retomar otra vez nuestra vida callejera, de cañas en bares y tiendas de nuestro pueblo o ciudad, si volviera a pasar otra pandemia como la Covid-19. Ellos y ellas también son personas y familias que tienen que sacar adelante a los suyos y labrarse un futuro. Toda España formamos la huella invisible, esa huella que nos queda marcada en la piel, aunque no se vea, esa huella imborrable que iniciamos un día y que jamás se podrá quitar per saécula saeculórum (por los siglos de los siglos).
“CON UNA FRASE NO SE GANA A UN PUEBLO” –MARÍA OSTIZ-
Marchando un M´ESPRESSO muy especial.
¿Te apetece tomarlo?
¿A qué esperas?
¡Emociónate sorbo a sorbo!
Sergio Delgado Cintas
0 comentarios