En este recién entrado otoño, contemplo que el tiempo se nos pasa tan rápido que no nos damos cuenta de que estamos aquí de paso. Nos preocupamos en nuestro día a día por absurdeces, nos dejamos de hablar por nimiedades, simplemente por falta de comunicación. La vida, a veces, se compone de dos cosas: «Lo tuyo o lo mío». Nunca jamás habrá término medio para esas dos cosas. Si los componentes de una buena convivencia entre los habitantes de este planeta Tierra se basan en lo artificial y en la ciencia ficción, vamos mal.
Las exclusiones sociales, la más estricta pasividad ante la pobreza y ese continuo rechazo a los más desfavorecidos nos hace cómplices de todo aquello que destruye a la sociedad y al ser humano. Y todo eso no es más que la arrogancia y la superioridad. Una arrogancia y superioridad que va en aumento, con ciertos pasajes que vemos nada más encender el televisor o revisar nuestras redes sociales. Quizás estemos en lo cierto al decir que estamos en la era del «todo vale», donde todas las acusaciones corren con ciertas contrariedades y un mar de fondo, en el cual, en el país que vivimos, no cuentan los débiles. Aquellos que no se pueden defender, ni tienen voz ni voto.
Son voces y votos excluidos de los altavoces y de las urnas. Voces que son silenciadas porque no les gusta a la mayoría de los poderosos que alcen su voz y sean escuchadas. Todas esas voces en «off», algún día, serán relevantes para salvar a la humanidad de la hipocresía y la envidia. Se dejarán llevar como Adán y Eva, por la desnudez tras probar la manzana prohibida. Y dichas prohibiciones y censuras empiezan por callar esas voces. No seré yo quien dé la señal para que hablen. Tienen que ser los señores que, como en la antigua Roma, inclinen su pulgar hacia arriba y terminen dándoles su espacio y su tiempo a todas aquellas personas, que son millones en el mundo, deseosas de alzar sus voces y ser escuchadas, aunque sea solo por un minuto.
Todo eso comienza por dar paso al escenario a los que nunca han tenido la oportunidad de actuar. Me refiero a los más endebles, a la sociedad sumida en la sinrazón y la desazón de no haberles dado una oportunidad, de no haber erradicado la aporofobia y todas las consecuencias negativas que conlleva. Somos testigos de que no fuimos lo suficientemente solventes con ellos, porque no supimos darles lo que todos, sin excepción, ellos y ellas, reclaman a gritos: «DARLES AMOR»… algo que ellos y ellas sí supieron darnos.
M’EXPRESO CON LOS QUE NUNCA ME ESCUCHARON
¿Y TÚ? ¿TE EXPRESAS CONMIGO?
UNA NUEVA CÁPSULA DE M’EXPRESO EN EXCLUSIVA PARA LOS LECTORES Y LECTORAS DE INFOGUADIATO
SERGIO DELGADO CINTAS
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