Ya le avisaron a Jesucristo tras el cónclave de la «Santa Cena» que Judas Iscariote le iba a traicionar en el monte Sinaí. Tras las siete plagas y la caída del reinado de Constantinopla, y por no olvidar las setenta y siete veces que le tentó Lucifer, hoy me complace deciros que quien avisa no es traidor.
Nos acusan a los españoles de pasotas, de iletrados y de incautos. Se ríen de nosotros desde Bruselas y desde cualquier rincón del globo terráqueo porque no sabemos el idioma anglosajón y porque vamos a la cola en educación y en abandono escolar.
La palabra «chorizo» es el menor apelativo que recibe nuestra clase política. Somos una marioneta en manos de Von der Leyen y, a partir del 21 de enero, de Donald Trump.
A ritmo de estos iluminados funciona el mundo, con la ley del mínimo esfuerzo, sin amar ni abrazar nuestra lengua ni propagar nuestra extensa historia. La razón de este desastre no la sé. Me lo confirmarán, de aquí en adelante, todos esos extremismos y populismos que asolan Latinoamérica, Norteamérica y algunos países europeos, asiáticos y africanos. La leyenda de los maoríes me cuenta que por las antípodas algún día podría suceder que un «bobo ilustrado» gobierne dicho continente.
Voy camino de dejarlo atrás, y las voces del «qué dirán» me importan lo mismo que a Pablo Motos le interesa el feminismo. Por eso, somos marionetas de las excusas a medias, de los engaños con nocturnidad y alevosía. Quizás no nos hemos enterado de que quien domina el mundo no son las armas, son las palabras.
Hay que fomentar la lectura y proporcionar libros a la juventud desde pequeños. Hay que contarles qué pasó y cómo pasó lo que ha ocurrido desde el origen de la vida hasta la actualidad, sin alargarnos hacia el bando del «según nos cuenten la verdad». Para ser español, hay que conocer nuestra historia: que fuimos monárquicos y republicanos al mismo tiempo; que dejamos el reinado por la más absoluta anarquía; y que, desde hace cuarenta y siete años, vivimos en una democracia, tras una larga dictadura. Aunque para algunos parezca que se les priva de libertad, no están en lo cierto. Ellos y ellas lo saben: somos unos afortunados de vivir en el país en el que vivimos, y eso es un lujo y un bien muy preciado.
Me aterra pensar que en un futuro el águila y el yugo puedan volver, porque todavía quedan rescoldos. Pero, como en el libro La conquista del pan, del escritor ruso Piotr Kropotkin, evolucionamos hacia la calidad humana a través de sus artículos recopilados sobre el socio anarquismo. Dicho libro apareció en la película protagonizada por el actor Fernando Fernán Gómez, La lengua de las mariposas. Una gran película para comprender nuestra historia a través de un maestro de escuela.
Y como el mal no tiene cura, me hospedo en mi isla mínima y desierta, con más soledades que desengaños.
Por ello, que no nos tomen por lerdos y nos traten como gente que sabe de lo que habla, aunque no hayamos visitado ninguna universidad ni estudiado ningún doctorado.
La única tesis de la carrera que he cursado ha sido la «Mundología», la mejor carrera que se estudia a diario y de la que nos examinamos todos los días, aunque al final del día suspendamos. Al día siguiente, tenemos la reválida, y a algunos les encanta aprobar a última hora.
Hombres y mujeres de a pie, acaben estudiando en la mejor universidad: la vida.
¡Estás preparado para examinarte!
M’EXPRESO dejando claro que quien avisa no es traidor.
¿Y tú, te expresas?
¡A qué esperas para leer esta nueva cápsula emocional, que siempre estará dispuesta a ayudarte en tu día a día!
SERGIO DELGADO CINTAS
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