A veces resulta muy triste sentir esa necesidad profunda de hablar de alguien que, durante toda su vida, regaló bondad y cariño a quienes la rodeaban, y saber que ya no podremos abrazarla ni escuchar su voz una vez más. Hoy se nos ha ido en silencio Elisa López Aroca, una gran belmezana que, tras muchos años de emigrar a Madrid y al Puerto de Santa María en Cádiz, nunca dejó de amar a su gente ni a su tierra.
Elisa fue un verdadero referente de amor constante hacia los demás. Vivió entregada a su familia y amigos, siempre con los brazos abiertos para acoger a todos con su sonrisa sincera y su saber estar, que la hacía ser querida por todos lados. Madre maravillosa y abuela entrañable, su cariño irradiaba en cada encuentro, dejando una huella imborrable en todos aquellos que tuvieron la fortuna de conocerla. Su calidad humana era inmensa, y nunca podré pagarle el amor y afecto que brindó a mis hijos durante aquellos años en los que tuvimos la suerte de convivir en Madrid.
Recuerdo con especial cariño aquella época en la que vivían en la calle Batalla de Brunete y, más tarde, en Rafael del Riego, cerca del Paseo de las Delicias, en las viviendas familiares de la Sociedad de Peñarroya, donde tantos paisanos nuestros residían, empleados de esa empresa. Elisa siempre mantuvo ese trato cariñoso y cercano con todos los paisanos que la visitaban, dejando patente su enorme corazón.
Hoy se ha marchado en silencio, pero su recuerdo vivirá siempre entre nosotros. Todo lo que nos regaló desde su alma generosa seguirá iluminando nuestras memorias y corazones.
Descansa en paz, querida Elisa. Siempre te llevaremos en el alma.
Daniel Solano Sujar
0 comentarios