Enrique Monterroso Madueño
Que España es un país de corruptos lo sabemos desde que se escribió El lazarillo de Tormes allá en el Siglo de Oro. Recuerden aquel pasaje de “el ciego y las uvas”: estaban comiendo ambos un racimo de uvas y un vez que acabaron el ciego dijo: “lázaro, me has engañado; podría jurar que has comido las uvas de tres en tres”. Lázaro, sobresaltado le respondió: “No, señor, ¿por qué sospecháis eso?” Y el ciego muy sagaz le respondió: “Porque yo las comía de dos en dos y tú callabas”. Han pasado ya siglos desde entonces pero sigue existiendo un hilillo de corrupción que no cesa y que sugiere rastros en el adn de los españoles de aquella pillería que demostraban tanto Lázaro como su amo. Siempre viene bien recordar esta obra literaria de nuestro pasado más culto para advertirnos de que la corrupción es un cáncer, tiene grados en su gravedad, pero hay que evitar que sea mortal si entra en metástasis.
La ONG Transparencia Internacional nos saca los colores cuando en sus estudios periódicos vemos que descendemos en el ránking; no es mucho, ciertamente respecto del conjunto de países, pero como precisan los expertos, lo realmente preocupante, como en todo, es la tendencia negativa pues se viene repitiendo desde hace décadas. En el último estudio de este año 2024 Transparencia Internacional, España se mueve en la liga de países como Botswana, Cabo Verde y San Vicente y las Granadinas y Letonia, ocupando el puesto 36 de 180 países.
La corrupción no es tanto una patología cuanto un síntoma preocupante que revela una enfermedad que amenaza con destruir la masa muscular de España, la riqueza que con tanto esfuerzo genera la clase trabajadora y el empresariado decente. Una enfermedad que nos debilita, nos quita credibilidad y nos deja en los huesos y la flaccidez nos delata.
Fíjense en estas semanitas : que si la Federación de Fútbol y sus chanchullos, que si los negocios sucios de las comisiones por las mascarillas por parte de algún alto cargo del Gobierno, que si la conexión institucional ene la presidenta de Madrid y los negocios fraudulentos de su pareja, que si las puertas giratorias en Andalucía por las que transitan altos cargos hacia empresas a las que adjudican previamente fondos de todos los andaluces, que si la mujer del César no sólo debe parecer buena sino demostrarlo.
Menos mal que todo este cúmulo abyecto de escorias se ha alternado también esta semana con la parte más luminosa de la vida como dicen los optimistas que hay que esforzarse en buscar para no quedar anegados por la ciénaga: la luvia ha caído y las escorrentías siguen afluyendo y llenando nuestros pantanos; hoy España tiene 21 millones de personas trabajando de los cuales diez millones son mujeres lo que es un dato doblemente histórico, una tasa de paro que ha bajado del 27 al 11%, y un paro juvenil que sigue cayendo, el 56%, otro récord histórico; se ha celebrado? «el día del autismo”, esos seres angelicales buenos por naturaleza, pero casi ignorados…; y hasta la luminosidad llega al partido de fútbol de la Copa de España de mañana sábado que se juega no entre Madrid y Barcelona sino entre Mallorca y Bilbao, mucho más normalitos.
Con esta doble realidad tan viva como cierta, se equivocan quienes caen en las provocaciones insistiendo en responder con descalificaciones o insultos cuando el adversario sólo tiene municiones cargadas de escoria y falsas.; o quienes se quedan atrapados en la negatividad procurada y servida por quienes defienden aquello de cuanto peor, mejor. Es mucho más rentable por inteligente resaltar lo que de positivo tiene la actualidad de la de vida española, en esforzarse por ver la parte luminosa de la vida sabedores que, de normalizar la corrupción y la negatividad, sólo puede que la mediocridad nos defina. Alcemos la vista. Usted elige.
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