En una sociedad globalizada como la que puebla el Planeta donde los conflictos llamados regionales no son tales, sino que afectan a la humanidad entera hacen falta voces con autoridad y solvencia moral que lleguen al último confin para despertar a las gentes pero, ante todo, a los gobiernos y a las instituciones supranacionales con capacidad de intervenir. No necesitamos botarates locales a quienes no les alcanza la vista más allá de sus territorios locales, empeñados en proyectos delirantes, enfundados sus banderas, sus estrategias y sus amnistías. Necesitamos líderes mundiales, conductores de la humanidad que está en peligro.
A estas alturas de la historia dos son, a mi juicio, los problemas que afectan gravemente a la humanidad: sobrevivir a las amenazas de las guerras (especialmente a la que se dirime en Oriente) y sobrevivir a los cambios irreversibles en el clima del planeta que pueden determinar con bastante seguridad el principio del fin no del planeta sino de la civilización humana. ¿Cuánto tiempo tardaríamos en ver desmoronados todos los imperios montados si la sequía perdurara durante mucho tiempo? ¿Cómo nos afectaría una tercera guerra nuclear? Mejor no pensarlo, dirán algunos.
Se atribuye a Confucio el proverbio de que “cuando el dedo del sabio señala la luna, los necios miran al dedo”. Lo cierto es que estamos ante un panorama cierto, verosímil que requiere levantar la mirada, amplitud de miras. Líderes que con su dedo y con su verbo señalen la luna, no el dedo. No percibo en el horizonte nada más que dos personas que cuando hablan se dirigen al mundo , no a un rinconcito del mundo; se dirigen a todos nosotros los humanos: el secretario general de la ONU (Guterres) y el Papa Francisco. Los dos hablan claro y se les entienden. No tienen pelos en la lengua ni están condicionados por diplomacia alguna. Pero ninguno de los dos tiene mando en plaza, o sea, parecen predicar en el desierto pues sus mensajes en forma de alegatos a las conciencias de forma lapidaria no logran resultado alguno.
Del secretario general de la ONU Antonio Guterres destaco uno de sus muchos zurriagazos morales que sintetiza la idea base de esta columna radiofónica: No son bombas lo que necesita la Humanidad sino un enfoque humanitario y de derechos humanos para abordar los desafíos globales.
Todo lo contrario de lo que estamos viendo calladitos en Oriente Medio donde el asunto de la paz está en manos de uno o varios locos con poder.
Del Papa Francisco selecciono una cita que dice: A los poderosos del mundo les pregunto: ¿Para qué se pretende hoy luchar por un poder que será recordado por su incapacidad para intervenir cuando más necesario era hacerlo?
Pues, nada. En 2024 no somos capaces ni de frenar el tema del clima ni de imponer una paz justa en Palestina. Están llegando al poder (o sea, a los gobiernos, que el poder lo tiene quien lo tiene), con la imprescindible apoyo y complicidad de la ciudadanía, (todo hay que decirlo), gente que parecen no estar en su sano juicio, que niegan la evidencia y a quienes se les ha parado el reloj de la historia y de la consciencia. Son locos peligrosos con poder.
El calentamiento global del planeta está detrás de buena parte de los cambios en el clima que pueden hacer insoportable para los humanos la vida sobre el planeta. No cabe a estas alturas ignorancia alguna. Lo sabemos y no estamos dispuestos a parar la locomotora.
De igual modo, sabemos que la guerra atómica puede estar a la vuelta de la esquina, de cualquier loco con poder. Basta una vuelta de tuerca más para desencadenar una serie de reacciones en cadena que acabe con todo. Lo sabemos, pero no apretamos.
¿A qué esperamos?
Enrique Monterroso Madueño
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