Seis jóvenes portugueses llevarán la semana que viene a juicio a 32 países europeos en una histórica audiencia ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos por no haber hecho su parte para evitar la catástrofe climática.
Martim Agostinho tiene hoy 20 años. Estudia actualmente en una escuela de ciencia y tecnología en Leiria, en Portugal. Tenía 14 cuando, en 2017, sin entender bien el por qué, fue testigo de un fuego que lo abrasó casi todo. Nunca se olvidará de la magnitud de la destrucción que aquellos devastadores incendios forestales causaron tan cerca de su casa. Ni los días sin clases por el cierre de su colegio, irrespirable por el humo en el aire.
Su hermana Cláudia (24 años), hoy enfermera en un hospital local, también tiene grabada en su cabeza una pesadilla que se cobró la vida de 120 vecinos. Los recuerdos de Mariana, la más pequeña de los hermanos (11), son más borrosos. Tenía cinco años cuando aquel desastre climático alteró la vida de cientos de niños, entre ellos su prima Catarina Mota (20), otra adolescente de Leiria que por aquellas semanas dejó de sonreír.
Sofia y André Oliveira, hoy 15 y 13 años, respectivamente, vieron siendo niños los incendios de Leiria por televisión, desde su casa en Lisboa. A ellos, el calor extremo los afectó al año siguiente, en agosto de 2018, cuando los termómetros de la ciudad alcanzaron los 44 grados, un récord histórico de temperatura.
Estos seis (ignotos) jóvenes portugueses harán lo que nadie pudo: sentar la semana que viene en el banquillo de los acusados a 33 países europeos por no estar haciendo nada para evitar una «catástrofe climática».
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