Enresa espera el ‘ok’ definitivo para ampliar el almacén de El Cabril, hasta duplicar su capacidad, para acoger las miles de toneladas de nuevos residuos que generará el desmantelamiento de todas las centrales nucleares
El origen lejano de todo esto es oscuro, propio de la época en que se gestó. La dictadura franquista decidió en los sesenta acumular en secreto residuos radiactivos en una mina de uranio en desuso en mitad de la sierra cordobesa. El primer cementerio nuclear español fue clandestino, sin control, con cientos de bidones apilados que contenían el material sobrante de las pruebas que realizaba la antigua Junta de Energía Nuclear (JEN). El escándalo no se destapó hasta los primeros compases de la democracia y tuvo que ser gracias a una investigación periodística.
La primera solución que se le dio fue temporal, casi un parche. A mediados de los ochenta se construyeron tres módulos específicos -tres naves industriales- donde se trasladaron los más de 700 bidones con desechos radiactivos que estaban ocultos en la antigua mina. El siguiente paso fue que la recién constituida Empresa Nacional de Residuos Radiactivos (Enresa) emprendió la construcción en los mismos terrenos de la sierra cordobesa de un almacenamiento totalmente nuevo de desechos nucleares -por fin una instalación moderna y homologable-, con el objetivo de ser el lugar donde se guardaran de manera definitiva, para siempre.
En 1992 fue cuando entró en funcionamiento el Centro de Almacenamiento de El Cabril, en mitad de la Sierra Albarrana. Treinta años después, lo que empezó siendo un escondrijo clandestino es hoy una instalación de referencia internacional en el sector nuclear. Allí se guardan los residuos de media, baja y muy baja radiactividad que se producen en España, en su mayoría procedentes de centrales nucleares (el 90% del total de desechos que recibe), y en mucha menor medida de hospitales, centros de investigación o industrias.
Los residuos de alta actividad (fundamentalmente el combustible nuclear gastado que se ha utilizado para generar electricidad) seguirán depositados durante décadas en las propias instalaciones de las centrales nucleares, hasta la construcción de un enorme almacén geológico profundo donde se guardarán para siempre, pero que aún está por diseñar y por elegir su ubicación y que no está previsto que entre en funcionamiento, en principio, hasta 2073.
El almacén nuclear de El Cabril se encuentra en el norte de la provincia de Córdoba, cerca de donde se funde con las de Sevilla y Badajoz. Situado en las estribaciones cordobesas de Sierra Morena, el gran cementerio nuclear español se encuentra alejado de las poblaciones de la zona. Hornachuelos, en cuyo término municipal se encuentra, está a 40 kilómetros, y hay que recorrer distancias similares para llegar a Peñarroya, Azuaga o Fuente Obejuna. Sólo algunas pequeñas pedanías se encuentran más cercanas, a unos 20 kilómetros. Todas las instalaciones del centro ocupan unas 35 hectáreas (al cambio popular, el equivalente a unos 50 campos de fútbol), pero se encuentran dentro de una enorme finca rural de más de 1.100 hectáreas.
La ubicación del gran almacén a priori no parecería la idónea, por estar tan alejado de la mayoría de las centrales nucleares españolas. La planta más cercana, la de Almaraz, en Cáceres, está a 250 kilómetros; pero Ascó, Vandellós (ambas en Tarragona) o Garoña (en Burgos) se encuentran a unos 800 kilómetros de distancia, que son los que han de recorrer los camiones que transportan los residuos (El Cabril recibe entre 200 y 250 camiones cada año para descargar los residuos). En su día se entendió que acoger el cementerio nuclear era la cuota de solidaridad andaluza con el plan nuclear español. Regiones como Cataluña, Comunidad Valenciana, Extremadura o las dos Castillas acogían centrales nucleares, y Andalucía lo hacía con el almacén para sus residuos.
Eso ya lo veremos
Si tan claros quieren ser ahora, que no pretendan desertizar de personas la zona que rodea al Cabril y monten en su entorno oficialmente las fábricas que realizan los bidonos, la ropa de trabajo en las nucleares, las botas, los guantes, etc. Esto nos dará la vida que el Gobierno nos está quitando a cuenta del Cabril, por mucho que digan, desde que decidieron enterrar los primeros bidones en la Mina Veta. Enumerar las tropelías que nos están haciendodesde entonces para dejar esta zona muerta con el menor número de habitantes posible, alargaría demasiado este escrito, tan solo pondré como ejemplo la decisión de instalar el Hospital Comarcal en Pozoblanco, cuando deberían haberlo instalado en Peñarroya-Pueblonuevo por ser la zona que más cartillas activas tenía de la Seguridad Social y más enfermedades congénitas derivadad de la industria y la minería había.