En el mundo rural minifundista, el de los pequeños propietarios, el de los autónomos, hay una larga tradición de enemistad con la izquierda, vista como una amenaza a la propiedad privada. Porque sobre todo en el centro y norte de España el agricultor es y ha sido mayoritariamente un pequeño propietario, y no un asalariado como pasa en Andalucía donde los jornaleros (ahora negritos y moritos) trabajan para un señorito.
Históricamente, los pequeños propietarios siempre han constituido una zona de confusión y conflicto en la tradición marxista y en el movimiento obrero ¿Amigos o enemigos? No es cuestión baladí pues las identidades políticas se han construido en torno a esa lucha fratricida entre los desposeídos y los casi desposeídos del todo. Esto sigue presente, y creo que es lo que explica el hecho de que un ganadero o agricultor que trabaja a pérdidas por culpa de tratados de libre comercio vote opciones neoliberales y no a los ecologistas o a las izquierdas que son quienes mejor los entienden.
Sí, los entienden pero cometen errores metodológicos de abordaje del conflicto. Porque es un error analizar lo que pasa en el campo en clave ecologista , no va a funcionar porque todo lo que suene a ecología es percibido como algo de izquierdas. Así de sencillo. Pero además, no va a funcionar porque los agricultores y ganaderos sienten que se les hace pagar a ellos la factura ecológica de todos. Es uno de sus hartazgos. Eso y el papeleo siendo ellos a su pesar cuasi analfabetos digitales. Ven cómo la Unión Europea pone medidas restrictivas en materia medioambiental que nos obligan dentro mientras firma tratados de libre comercio con países de fuera que desde luego no participan de pacto verde alguno.
De manera que la tractorada que está bloqueando carreteras y ciudades en febrero de 2024 se lo ha puesto fácil a la Sra. Von der Leyen que zanja el falso dilema entre el mundo rural y el desarrollo sostenible retirando la ley que pretendía reducir al 50% el uso de pesticidas, permitiendo así volver a lo de siempre. O sea, que los de abajo se enfrenten entre ellos. Y todos rumbo al ecocidio.
Mientras se ponga el acento en la cuestión ecológica, no se pone en la económica. Mientras debatamos sobre los mililitros de fertilizantes permitidos, no hablamos de que todo apunta a que de aquí a unos pocos años toda la agricultura y la ganadería estarán en manos de grandes corporaciones transnacionales, y que los pueblos de Europa estarán más vaciados si cabe, porque arruinados, sus habitantes pasarán a formar parte de la masa desempleada o precarizada de las ciudades.
Porque en los últimos años se están haciendo muchas cosas pero no funcionan porque se presentan como cuestiones de izquierdas o ecologistas. No se puede ir al campo a hablar en términos de ecologismo vestidos con chaquetas de coderas o hablando de campesinos. Por qué? Pues porque la clave no está en los contenidos de los mensajes que se pretenden trasladar, está en una cuestión de identidades. En el campo se perciben lo que entienden como amenazas de izquierdas que afectan a sus propiedades que es su identidad y su vida, pero no las amenazas neoliberales de las grandes corporaciones que son realmente las que le aprietan hasta asfixiarlos.
Es muy difícil y a la vez muy fácil: hay que hablar en términos económicos, hay que explicar adónde se va el dinero que están dejando de ganar los agricultores y ganaderos, para que todos tengamos claro quiénes son los culpables y dónde está el enemigo. Hay que ir al fondo de la cuestión , al solomillo, a lo estructural y no quedarse en las migajas. De nuevo el símil del dedo y la luna de Confucio.
Llegado a este punto quizás tenga todo el sentido volver a la dicotomía de los de abajo frente a los de arriba en lugar de izquierda o derecha. Labradores y ganaderos más o menos unidos frente al capitalismo salvaje de las grandes corporaciones que los están devorando y que esos sí que están unidos como una roca. ¿Por dónde empezamos?
Enrique Monterroso Madueño
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