Cuando ya son más de doscientas las personas fallecidas y cientos más permanecen desaparecidas, la terrible sensación que deja la gestión previa y posterior de la DANA es que la Generalitat valenciana es una administración incompetente, dolosa y fallida, incapaz de utilizar los recursos necesarios para proteger a la gente y al territorio en el que se desenvuelve la vida.
La desgracia es política, además de climática, y se viene gestando desde hace tiempo. La ultraderecha que arrastra a la derecha al trumpismo se instala en el bulo, el negacionismo, el autoritarismo, la mentira y la generación de odio. Llama ideología a la ciencia, culpa al hombre del tiempo del cambio climático y critica las alarmas que sirven para detonar la precaución y poner en marcha los sistemas de protección. A la vez que desde posiciones racistas denigran los conocimientos de otras culturas, ignoran, ridiculizan y desprecian los conocimientos de la propia. Sus brazos civiles, como Manos Limpias, denuncian a la directora de la Agencia Española de Meteorología, en otro intento de distraer y escurrir el bulto de la responsabilidad.
Pero las cortinas de humo no engañan. Fueron Vox y el PP quienes cerraron la Unidad Valenciana de Emergencias cuando llegaron al poder, para ahorrar 38 millones y disparar después la financiación a la tauromaquia. Fue la derecha ultramontana la que criticó la creación de la UME en tiempos de Zapatero. Son ellos quienes cambian bomberos por toreros y quienes borran tuits del presidente Mazón asegurando a mediodía que todo estaba bien porque la DANA se iba a Cuenca. Y son sus medios afines los que ignoraron la catástrofe en sus portadas al día siguiente del desastre, porque había que hablar de la esposa del presidente.
El magufismo y la conspiranoia son ya un problema estructural. Tiene sus propios canales de difusión masiva
Unos inventan supuestas voladuras de presas, otros echan la culpa a aviones fabricantes de DANAS. El magufismo y la conspiranoia son ya un problema estructural. Tiene sus propios canales de difusión masiva. Es necesario hacer un ejercicio de pedagogía, sí, de pedagogía, que llegue hasta el último rincón. Si no, lo hacen ellos.
Existieron alarmas clarísimas desde la mañana y el gobierno de la Generalitat, que tiene la obligación de velar por la seguridad de la ciudadanía, primero las minimizó y finalmente emitió la alerta cuando ya había personas en los árboles viendo pasar a sus vecinos flotando, muertos, en el agua que no había forma de contener. En ese momento la ideología ya no importaba. La ideología es lo que sucedió antes y después. La de que las vidas no importan y se supeditan a otros intereses.
La ciencia viene alertando de que estos eventos –que siempre se han producido– son ahora más y más violentos. Alguien decente, incluso aunque tenga dudas, aplicaría principios de cautela y se prepararía por si acaso. El por si acaso es un ejercicio de amor y de cuidado. En las culturas del odio y el beneficio económico a toda costa no hay cabida para la solidaridad, la prudencia y la cautela. Por eso se construye en zonas inundables, se cementa e impermeabiliza el territorio y no se lanzan a tiempo las alarmas que hubiesen hecho que la gente estuviera algo más a salvo cuando llegaron las aguas. Por eso no se prepara a la población para que sepa qué ha de hacer en estos casos. Por eso las empresas no permiten que sus trabajadores se vayan a casa cuando hay riesgos evidentes para sus vidas. Y por eso no reparten agua y comida cuando llega el desastre.
Luego viene lo de después. Hay que rescatar y los servicios públicos autonómicos están desmantelados. Como nadie se quiere responsabilizar, no se aceptan los ofrecimientos de los cuerpos de bomberos de otras provincias o se solicita la ayuda del ejército con cuentagotas. Tres días después puede que queden personas vivas atrapadas en coches o garajes, hay familias angustiadas esperando a saber qué pasa con su gente, y no hay luz, ni agua ni comida en algunos de los pueblos más afectados. La memoria de muchas personas está enterrada en el fango. El mundo, su mundo, ha desaparecido y estarían solas si no fuese porque, como siempre, brota la solidaridad.
La gente denuncia, con razón, que las instituciones públicas están fallando
La gente denuncia, con razón, que las instituciones públicas están fallando. Falla la Generalitat, que no ha solicitado el máximo nivel de catástrofe, para mantener su doble juego: mantener el control de la crisis y a la vez poder descargar el barro y la mierda sobre el Gobierno central. El Gobierno ha sido un rehén de Carlos Mazón, y debería haber tomado la gestión en sus manos para evitar que quienes han demostrado de sobra ser unos imprudentes temerarios, mentirosos e incompetentes sigan causando daños. Pero eso hubiera supuesto declarar el estado de alarma y abrir un conflicto político gigantesco. Los contendientes políticos solo aplican el principio de precaución para librarse de las consecuencias de sus actos y poder endilgársela al adversario. Como si fuese una partida de ajedrez en la que cada movimiento es estudiado cuidadosamente.
Mientras tanto, van cayendo peones y caballos. Se llamaba a mucha gente catastrofista, y lo que estamos viendo es una realidad distópica, en la que solo la gente organizada en tiempo récord ofrece esperanza. Pero no se les puede dejar solos. La administración pública tiene obligaciones, los Gobiernos tienen obligaciones. ¿Cuál ha sido el acto más llamativo de la lucha frontal del Estado contra la crisis ecosocial y climática? Procesar como si fueran una banda criminal a los activistas que denunciaron la inacción política tirando agua con remolacha a la fachada del Congreso.
La extrema derecha está aprovechando el caos del servicio de emergencias valenciano para decir que España es un Estado fallido. Valencia es desde luego una administración autonómica incompetente, y si Mazón no dimite pronto, va camino de ser fallida. Por eso nos gustaría lanzar, una vez más, esta alerta: si el trumpismo ultraliberal y miserable que gobierna en Valencia llegara a gobernar el país, nos espera un futuro aterrador.
J.R. Mora
CTXT
El futuro aterrador es,si sigue el PSOE,en el poder.
Más miserable no se puede ser.
desde los pensamientos de uno de izquierdas corroboro lo que dices que dios nos pille confesaos.
Hay gustos que merecen palos. El torturar animales en un ruedo es una salvajada cuyo tiempo caduco hace un siglo. Para luego es tarde.